En esta edición se ofrecen dos novelas cortas; una, que da título a la obra y otra, " La casa del luto" complementadas por introducciones del autor a ambas obras. La primera cuenta la vida, ya de adulto, de quien perteneció al " cuerpo de porteros imperiales" en Viene cuando el Imperio Austro-Húngaro está a punto de desaparecer, en el otoño de 1918. El protagonista pasea por las calles recordando otros tiempos con añoranza ya que ahora tiene un mísero trabajo de guarda a tiempo parcial. Entonces le sale al pase, con cruel ironía, el destino en forma de vecino que le vende un "seguro en caso de defunción" lo cual será su secreto y la ilusión de sus días.
En "La casa del luto" la tragedia sigue a la sátira. Un lupanar de lujo frecuentado por los varones de la mejor sociedada que se suele llamar la casa de la alegría, como consecuencia de la muerte del dueño se convertira en " La casa del luto".
Comentarios
Efectivamente estas dos obras cortas son de un gran nivel narrativo, sobre todo la primera, con un estilo propio de los coetaneos centroeuropeos, es decir, con una prosa un tanto rebuscada pero precisa. En la primera, la trama base de la sátira, es de un gran nivel y está trazada de forma sólida y elegante. La segunda obra tenga quizá un menor nivel tanto en la trama como en los personajes y en el narrativa. Es de agradecer que, a pesar de tratarse este último de un tema proclive a la truculencia, este escrita, al igual que la primera obra, con señorío y limpieza.
Los dos relatos que se presentan en este volumen, La muerte del pequeño burgués y La casa del luto, justifican por qué la obra de Werfel es considerada como uno de los ejemplos que mejor ilustran los cambios que marcan el comienzo del agitado siglo XX en el exquisito ámbito centroeuropeo. Producto de estos cambios se produjo la disolución de toda una identidad cultural que amparaba a escritores y pensadores de diverso origen a quienes la lengua alemana les brindó un lugar común en el cual se desarrolló una cultura exquisita. En ambos relatos Werfel revive el ideal de una Europa cívica, multinacional y refinada donde una misma humanidad era el soporte de una civilización permisiva que finalmente se desmoronó y que arrastró consigo todo vestigio de fraternidad, anunciando las particiones étnicas, las fronteras y los nacionalismos. La mirada del autor se dirige hacia el mundo circundante con un cierto recelo ante el irremisible avance de la civilización, pues no cree que ésta sea capaz de resolver los problemas existenciales del hombre; bajo las más refinadas formas del progreso ve ocultarse el germen de la decadencia y de la desmoralización interior.