Doña Rosa es una antigua madame, reciclada por la edad, al cuidado de los hijos de otras compañeras de oficio. Momo (Mohamed) es el mayor de sus inquilinos y narrador de esta historia. La acción discurre en París. La obra recibió el Premio Goncourt de Novela en 1975.
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"La vida ante si" no es una novela, sino un cuento para mayores. La historia la cuenta Mohamed, pequeño expósito cuyos papeles en regla falsos dicen que tiene diez años, pero que luego se descubre que son catorce. Momo nunca ha visto a su madre, la argelina Aixa, que "se defendía" en un trozo de acera de la Rúe Pigalle. Sólo tiene a la señora Rosa y a un paraguas vestido de muñeco al que llama Arthur. Doña Rosa y sus pupilos viven en un sexto piso sin ascensor, en Belleville, rodeados de la francofonía: Doña Rosa es judía de origen polaco, igual que el doctor Katz. Mohamed es hijo de argelina y también lo és el señor Tamil, el vendedor de alfombras que ahora está ciego. Driss, el dueño del café es tunecino y Waloumba el barrendero senegalés. N'Da Amédée, el proxeneta, es nigeriano; hay marfileños y están los hercúleos hermanos Zaoum, cameruneses dedicados a las mudanzas. El autor ha sabido entrar en la cabeza de un niño para desde allí ofrecernos su relato. Por su edad y circunstancias Momo desconoce tantas cosas como sabe demasiado de otras, ello presta al relato un segundo plano de comicidad que, en ocasiones, se superpone al relato principal. Entre el Holden Caulfield de "El guardián entre el centeno" y Mohamed Yussef de "La vida ante si" me quedaría con este último, porque tiene humor y termina bien. Sin embargo Salinguer ha pasado a la historia de la literatura en tanto que hoy es difícil que alguien conozca a Emil Ajar.