Lyon, Vienne, Tournon, Aviñón, Les Baux, Nimes, Arles, Tarascón, Beaucaire y Marsella son las ciudades blancas de Joseph Roth. El libro es la crónica de la realización de un sueño largamente acariciado, «a los treinta años" -escribe el autor- pude ver por fin las ciudades blancas con las que soñara de niño». Pero es también mucho más que eso. Tratándose de Roth, Las ciudades blancas es un texto extrañamente optimista. Aunque la experiencia de la Gran Guerra extiende un velo de melancolía y desencanto sobre estas páginas, en ellas se nos ofrece una visión utópica del futuro de Europa. Viajando hacia atrás en el tiempo, remontándose a los días de esplendor de estas ciudades, Roth encontró la inspiración para imaginar una convivencia integradora y pacífica entre los pueblos, las creencias y las personas.
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Es una visión muy perspicaz, inteligente, culta, enriquecedora y poética sobre los lugares, las personas, la historia y el arte de esa atractiva región francesa a través de las ciudades de Marsella, Vienne, Tournon, Avignon, Les Baux, Nimes, Arles, Tarascón, Beaucaire y Lyon, que adjetiva de blancas por el color de su abundante piedra de creta. "Aquí encuentra uno la infancia, la propia y la europea. En ningún sitio se siente uno en casa con tanta facilidad. E incluso quien abandona el país, se lleva lo mejor que puede dar una patria: la añoranza" - termina diciendo Roth al final del libro. Y lo dice después de mirar con los ojos de un centroeuropeo que ha padecido el horror de la Gran Guerra y gozar de una visión luminosa, meridional y alegre de aquella rica región. Para llegar a conseguir - lo que contrasta con el tono más bien duro y en ocasiones pesimista de la mayor parte de su obra narrativa - una perspectiva llena de ideas muy positivas, optimistas y esperanzadoras para el futuro de Europa.
Delicado y delicioso texto que comienza con una reflexión sobre el cataclismo moral que supuso la Primera Guerra Mundial, para dar paso a una visita guiada por distintas ciudades francesas del sur de Europa. Escrito con un estilo cuidado, rico en adjetivos enriquecedores, Roth plasma la realidad de diversas ciudades; sus descripciones de Aviñón y de Marsella suponen un duro contraste, pero, como en todas, existe como común denominador el crisol de razas y pueblos que las han habitado, con el eco en sus viviendas y calles.