A veces, basta cruzar una línea invisible para descubrir que debemos enfrentarnos con princesas engreídas, mochuelos agraviados y damas que bordan maleficios; o con oscuros senderos interminables y mansiones que nunca se nos aparecen con el mismo aspecto. Entre los héroes protagonistas podemos encontrar al duque de Wellington o a María Estuardo, reina de Escocia, así como personajes del libro anterior como el propio Jonathan Strange o el legendario Rey Cuervo. Así pues, mezclando la fina comedia social victoriana con temas clásicos del folclore británico, el rigor histórico con una desbordante y fértil imaginación, Susanna Clarke transporta al lector a un mundo singular e inesperado, cuya atmósfera posee el sabor fascinante y al mismo tiempo veraz de los sueños.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | Salamandra |
256 |
978-84-9838-128-3 |
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Si el cuento es un pacto entre el que escucha o lee y el que lo cuenta o escribe; si es un lugar donde ambos convienen en que todo es posible; si admitimos que el ser humano sólo poseía su imaginación para sobreponerse a las tediosas veladas de los crudos inviernos en los que alejarse del fuego significaba arriesgar la propia existencia, entonces hemos captado la utilidad del cuento, o al menos la razón de ser de la tradición del cuento oral en la islas británicas.
La capacidad de ficción del ser humano es un instrumento para el artista que utiliza lo próximo para crear sus fantasías. ¿Qué era lo próximo para aquellas familias en torno a un fuego durante el largo invierno? Las labores propias de las granjas y las labores propias del hogar; mujeres laboriosas que cosían o bordaban para aprovechar el tiempo de forzado aislamiento.
Mientras la climatología les confinaba, les constreñía, su imaginación les empujaba a viajes sin límites de espacio o tiempo. Mientras les amarraba al espacio que limitaba el calor del hogar, su imaginación creaba seres fantásticos que no sucumbían al tiempo: duendes que no temían el paso de los largos inviernos porque su vida era suficientemente larga para poder saciar su ansia.
Con su fantasía creaban seres que construían puentes en una noche, que dragaban campos encharcados para conseguir mejores cosechas, que bordaban sus deseos en figuras apocalípticas, que transferían sus deseos a la realidad dominándola y sometiéndola al antojo de su voluntad.
Semidioses que, a pesar de sus poderes casi ilimitados, padecían los mismos vicios que los humanos y se veían sometidos a su orgullo, a su vanidad, a su egoísmo, a su concupiscencia, a su envidia. El entorno seguía siendo miserable, el clima terrible, porque no utilizaban sus poderes para el beneficio común: sólo para satisfacer su capricho puntual.
Y los hombres que vivían en la proximidad de estos seres fantásticos padecían con frecuencia sus excesos aunque, eso sí, también asistían al espectáculo de vidas tan “singulares” como pudieran asistir los hombres del siglo XXI a una proyección cinematográfica, y con ello curaban sus almas del tedio y la inactividad de los crudos inviernos.
Este es el contexto en el que Susana Clarke escribe los ocho cuentos que agrupa bajo el título “Las Damas de Grace Adieu”. Mujeres que se cuentan cuentos para entretenerse. Algunos, los sitúa la autora en ambientes de la época victoriana, en los que prima el buen gusto y el saber estar de las clases acomodadas.
Otros rememoran las condiciones difíciles de las gentes del campo.
Juega la autora a crear realidad mediante la inclusión de notas literarias y citas de obras clásicas; nombres de sitios geográficos, iglesias, abadías…
Incluso hombres bien conocidos del mundo de la política, de la sociedad inglesa; personajes ya protagonistas de otros cuentos pertenecientes a la literatura.
“Grace Adieu” es el lugar de la fantasía. Allí se redimen los ingenios del tedio y del aburrimiento. Quizás por eso lleva ese nombre.
La obra recoge ocho relatos llenos de fantasía. Algunos de ellos, con base histórica, se inspiran en temas clásicos del folclore británico, tratados con una imaginación exuberante. Cuentos de duendes se van entreverando en un mundo de ensueño con personajes históricos, como el duque de Welington o María Estuardo, o de leyenda como el legendario Rey Cuervo, recreando un mundo singular, de magia.
La obra se lee bien, sin destacar por su aspecto literario. Lo importante para la escritora es el mundo de fantasía donde introduce a sus personajes, y desarrolla una trama inverosímil.