Llovió todo el domingo

Arnold Spitzweg, alsaciano de origen y parisiense de adopción, es un sencillo empleado de Correos que, con el tiempo, ha aprendido a rellenar su soledad con el sabor de pequeños placeres que nos dan tregua en las inclemencias de la vida y logran hacernos, fugaz pero incuestionablemente, felices. A Spitzweg le gustan los comienzos de las novelas de Simenon, los aromas y sabores de las brasseries, pasear a ciertas horas por París y viajar a las playas de Ostende, aunque sólo sea por el placer de regresar. También mantiene un discreto idilio con una compañera de trabajo, pero trata de guardar las distancias con la pasión, porque conoce las virtudes de la templanza. Por eso lleva una existencia deliberadamente contenida en los márgenes de lo anodino.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2000 Tusquets
120

Título original:Il avait plu tout le dimanche. Traducción: Javier Albiñana.
1ª edición.

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Comentarios

Imagen de Rubito

Lo que este lector ha puesto como "tema" de la obra puede llevar a equívocos, incluso la sinopsis también , si no van acompañadas de la lectura de una reseña que es lo que se pretende en este caso. El valorar las cosas pequeñas, disfrutar con ellas, hacerlas bien es una cosa buena, muy buena. Pero nuestro personaje no tiene la virtud de la templanza a la que alude la sinopsis porque le gusten las pequeñas cosas. Nuestro oficinista es, en el fondo, un pequeño egoistilla. Está dispuesto a dar una limosna, pero nó demasiado, ni a compartir esos pequeños momentos. Le gusta disfrutarlos solo. También su "relación" dura una semana porque no le gusta compartir todo el tiempo sin que quede algo para él. No es, ni siquiera, ese gran egoista que tanto abunda. Es un pequeño egoistilla de espíritu pobre. Por otro lado, la obra está escrita magníficamente, de facil lectura en la que los cortos capítulos nos amenizan con su diversidad. También se agradece la limpieza en las formas.