Los sueños de Einstein

En 1905, mientras trabajaba en una modesta oficina de patentes en la tranquila ciudad suiza de Berna, el joven Albert Einstein esbozaba su teoría de la relatividad, una nueva concepción del tiempo. Inspirándose en estos humildes inicios, el físico y escritor Alan Lightman imagina a un Einstein de ficción que cada noche sueña con mundos en los que el tiempo se rige de maneras diferentes. En un mundo, el tiempo se congela en el momento en el que somos más felices; en otro, el tiempo transcurre hacia atrás o bien avanza más rápido en un barrio que en otro. Sueña también qué sucedería si conociéramos el fin del mundo de antemano, si no tuviéramos recuerdos o si no tuviéramos futuro.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Libros del Asteroide
152
978-84-17007-77

Traducción de Andrés Barba

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¿Y si el tiempo no fuera lo que pensamos? Este libro plantea alternativas a nuestra concepción del tiempo, a partir de la Teoria de la Relatividad del joven Einstein. Una serie de sueños enigmáticos nos sumen en mundos donde el tiempo explora nuevas posibilidades.

El autor, a través de un estilo metafórico a la vez que poético, da forma a mundos donde el tiempo actua como un misterio que siempre llega al mismo punto, en este mundo los errores son inevitables y la vida un recorrido hacia algo predeterminado y sin opcion de cambio, los habitantes desdichados de este sueño solo pueden entregarse a su destino entre lamentos. 

En otro mundo el tiempo adquiere una textura "pegajosa", haciendo de sus habitantes esclavos del pasado, condenados a vivir en un tiempo que ya paso, sea feliz o desdichado, no siendo vida sino recuerdo, aislando a unos de otros, pues en pasado no se puede amar. Es en el presente donde uno puede vivir, actuar y amar a otros. Otra opción que plantea el libro es un tiempo quieto, cumpliendo el sueño de muchos reflejado en la expresión "quisiera parar el tiempo".

Las distintas manipulaciones del tiempo nos muestran que es una dimensión caprichosa, sometida a las leyes de la física y confirma que se trata de algo no absoluto.

Imagen de amd

Conjunto de treinta relatos muy breves sobre las posibilidades del tiempo. Ambientado en la ciudad suiza de Berna, las historias que se presentan van de abril a junio de 1905: el joven Einstein, de veintiséis años, mientras trabaja en el despacho de patentes y esboza la teoría de la relatividad, sueña por las noches con las diferentes formas que puede adquirir el tiempo. Así, el primer relato comienza el 14 de abril de 1905 y, en él, el tiempo es un círculo que se pliega sobre sí mismo; por tanto, el mundo se repite una y otra vez de forma infinita, incapaces los hombres de cambiar una sola acción. En otras historias, el tiempo corre como un flujo de agua desplazado de la corriente principal que vuelve al pasado, ¿si algo cambia en el pasado, destruiría el futuro?, ¿qué pasaría si se conociese el día del fin del mundo?, ¿y si el tiempo eterno, absoluto, fuera una prueba de la existencia de Dios?

Escrito de forma poética y con una gran carga metafórica, los relatos abordan cómo las diversas concepciones del tiempo condicionarían las actuaciones del ser humano. Además, junto a las historias, conviene destacar las hermosas descripciones sobre la ciudad y el entorno natural que la rodea: los Alpes, el río Aar, los bosques, que sugieren y matizan las acciones de los personajes. Algunos de ellos viven en el pasado y no pueden compartir el presente; otros corren a toda velocidad para ganar tiempo; casi todos se supeditan a una forma de tiempo a causa de su historia previa.

En definitiva, se trata de una variada recopilación de reflexiones del autor Alan Lightman (Memphis, Tennesse, 1948), doctor en física teórica, científico investigador en astronomía y física, y profesor de ambas materias en la universidad. La obra se publicó por primera vez en 1993 y fue traducida a treinta idiomas: está considerada como un clásico moderno tanto por la crítica literaria como por la comunidad científica. Según la crítica, explora las conexiones entre ciencia y arte y constituye un recordatorio de la fragilidad de la existencia humana, porque “sin una tendencia hacia el orden, el tiempo carecería de sentido” (p. 58).