Nada se opone a la noche

Después de encontrar a su madre muerta en misteriosas circunstancias, Delphine de Vigan se convierte en una sagaz detective dispuesta a reconstruir la vida de la desaparecida. Los cientos de fotografías tomadas durante años, la crónica del abuelo de Delphine, registrada en cintas de casete, las vacaciones de la familia filmadas en súper ocho o las conversaciones mantenidas por la escritora con sus hermanos son los materiales de los que se nutre la memoria. Nos hallamos ante una espléndida y sobrecogedora crónica familiar, pero también ante una reflexión sobre la «verdad» de la escritura, porque son muchas las versiones de una misma historia y narrar implica elegir una de esas versiones y una manera de contarla. Y esta elección a veces es dolorosa, porque en el viaje de la cronista al pasado de su familia irán aflorando los secretos más oscuros.

La novela más galardonada (5 premios) en Francia en 2011 y con mayor número de lectores (500.000).

«La escritora indaga en el origen de un dolor interno que, más que conocer, intuye. Un rastro que la llevará a descubrir, bajo ese telón de familia ejemplar, secretos ocultos… La obra se planteó como una cartografía personal, pero la narración también se erige como una oportuna y sincera reflexión sobre la objetividad de la memoria y la función de la literatura –sus posibilidades, dificultades y límites–, al abordar los irregulares y complejos contornos biográficos» (Javier Ors, La Razón).

«Un relato híbrido y oscuro que mezcla narrativa convencional y autobiografía» (Lucía Lijtmaer, Marie Claire).

 

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Imagen de Azafrán

Tras la revolución que supuso las vanguardias del siglo XX, como subversión la división tradicional de los géneros literarios y la ruptura de los moldes establecidos para cada uno de ellos; tras la negación del modelo literario y la proclamación del “todo vale”, los escritores se han quedado sin normas literarias contra las que posicionarse.

Los autores del siglo XXI están orientando sus reivindicaciones hacia la “última frontera”, la barrera que separa lo real de lo virtual; la realidad y la ficción.

Los autores del siglo XXI escriben sobre sus propias vidas. Esta tendencia ya comienza a mediados del XX. Un ejemplo, por haber sido llevada al cine y recientemente estrenada en Francia, es La promesa del alba de Romain Gary. El autor novela su propia vida y cuenta los motivos últimos que han guiado su existencia.

Dentro de esta corriente de novelar la propia existencia se encuadra Nada se opone a la noche.

La autora, y su hermana Manon, sufren el suicidio de su madre, Lucile. Ante el trauma que este tipo de muerte causa en ellas, Delphine de Vigan comienza una tenaz investigación en busca de los motivos últimos que llevaron a tal terrible final.

En la investigación se presentan ante el lector las vidas de sus abuelos, los padres de Lucile. Se analiza el matrimonio de Liane y George y su forma de vida. Su numerosa prole y la manera de gestionar las dificultades: vivienda suficientemente grande, comidas, etc. Y a relación entre los numerosos hermanos.

La abuela de Delphine de Vigan, Liane, mujer entregada a su esposo hasta el punto de abandonar a sus hijos en algunos momentos (en uno de esos abandonos, uno de sus hijos cae en un pozo y se ahoga) no pone reparo a que Lucile y sus hermanos sostengan la familia como modelos publicitarios. Tampoco parece darse por enterada del comportamiento “ambiguo” de su marido y padre con sus hijos y que parece que estuvo ligado al incesto sufrido por Lucile y que fue origen de desequilibrios mentales posteriores.

La vida desordenada de la madre de Delphine, Lucile, marca la vida de sus hijas. Numerosas parejas que pasan por sus vidas, desórdenes en la casa, en las comidas, en la escolarización…

Pese a todo ello la autora supera las dificultades y se convierte en una escritora que utiliza la escritura como catarsis.

Pregunta a todos los miembros supervivientes de una familia numerosa en la que los suicidios y las muertes accidentales abundan. Y a pesar de la oposición de la abuela a contar sus vivencias perturbadoras, Delphine publica esta novela con la que parece recomponer su situación anímica, entender el suicidio de su madre y descubrir que a pesar de todo su madre las quería, a ella y a su hermana.

También queda patente el sufrimiento que conlleva una vida con una madre adicta al alcohol y a las drogas y que el peligro de las crisis neurasténicas que la sobrevienen como consecuencia. Y sobre todo, el dolor que conlleva la investigación y el descubrimiento de lo que todo ello significó en su infancia y adolescencia.