Tema controvertido por excelencia, la interrupción voluntaria del embarazo suscita opiniones apasionadas desde una diversidad de perspectivas que abarcan los ámbitos de la filosofía, la ética, la religión y la política, generando un debate turbulento que sacude los cimientos de la sociedad. Narrada en primera persona, esta valiente, reflexiva y conmovedora novela -finalista del prestigioso Premio Strega en 2013 y un verdadero fenómeno editorial en Italia- expone desde un punto de vista intimista, apenas tratado en la ficción, el desgarro emocional que supone para una mujer adoptar una decisión de esta naturaleza. Luce es una joven periodista freelance que escribe una columna de consejos a los lectores de una revista, donde suele ofrecer consuelo a personas que padecen todo tipo de conflictos, incomunicación y soledad en sus múltiples manifestaciones. Sin embargo, nada la ha preparado para la prueba que habrá de afrontar en carne propia. Tras varios intentos de quedarse embarazada, Luce finalmente lo ha conseguido, y junto a su compañero, Pietro, vive ilusionada el ansiado proceso, que avanza sin contratiempos. Llegado el momento, escogen conocer el sexo e incluso se ponen de acuerdo en un nombre, Lorenzo, y preparan la cuna y la habitación del bebé. Pero en una ecografía rutinaria en el séptimo mes se descubre un problema y, a partir de entonces, la vida de Luce y Pietro se convertirá en una pesadilla que dejará en la joven pareja una herida difícil de cerrar.
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Simona Sparaco escribe una
Simona Sparaco escribe una novela tesis con la que trata de demostrar al lector que el aborto terapéutico, el que se practica al feto para adelantar su muerte, con la justificación de evitarle los sufrimientos del parto y una muerte bastante probable posterior al nacimiento, o una vida con dolores insoportables.
Dejando aparte el apelativo de terapéutico (que sana) y que podría ser sustituido por eutanásico, mucho más adecuado, la historia parece enfocada a consolar a las madres que han tomado esa opción ante la posibilidad de traer a este mundo un niño gravemente enfermo.
Los avances de la ciencia en el control del dolor, del sufrimiento físico o mental, se centran en insensibilizar, en adormecer. Todo lo que sea aligerar esas situaciones justifica el uso de analgésicos. Pero el dolor en el mundo no se puede suprimir a base de grajeas. Forma parte de nuestra naturaleza y nos ayuda a sobrevivir: si sentimos calor excesivo retiramos la mano…, se corresponde con el instinto de supervivencia.
Una cosa es ayudar a soportar el dolor, disminuir su intensidad y otra muy distinta es hacer desaparecer al sujeto que sufre como remedio para que no le duela más. Con el sentimiento de compasión en la mano podríamos barrer de la faz del planeta Tierra a gran parte de la humanidad. A quién no le duele un tratamiento de cáncer, por poner un ejemplo, o el fallecimiento de un ser querido, o el hambre, o padecer esclavitud, o padecer una violación… Tantos que no tendrían derecho a vivir, que no tendríamos derecho a la vida porque en algún momento sufrimos…
La historia que nos cuenta Simona Sparaco y con la que consiguió situarse entre los cinco finalistas del premio Strega (el más importante en lengua italiana) tiene como protagonista a Luce, periodista que mantiene una columna en la que contesta a las cartas de sus lectoras que le piden consejo sobre sus problemas.
A Luce, la vida le sonríe: joven, bella, inteligente, con trabajo y sobre todo con un marido (¿existen maridos tan perfectos?) sin parangón. Todo genial. Incluso, después de una vida en pareja de varios años tipo “luna de miel” se queda embarazada y todo parece de cuento de hadas. Hasta que a los seis meses, una ecografía revela que el bebé, Lorenzo, padece displasia esquelética, que quiere decir que los huesos del feto no se desarrollan lo suficiente como para permitir que tras el parto sus pulmones, henchidos de aire, quepan. Los pulmones, sin sitio suficiente oprime el corazón y la muerte sobreviene al poco tiempo.
Luce y Pietro reciben la noticia y experimentan un dolor inmenso. El consejo médico, en la novela, consiste en inyectarle con una aguja y directamente en el corazón del feto una inyección que le cause la muerte y después provocar el parto mediante la administración a la madre de hormonas.
Además del problema médico del aborto existe el problema legal porque en Italia existe una ley de plazos lo que significa que el aborto no se considera ilegal si se produce voluntariamente antes de la semana 24 porque a partir de ese momento el feto puede sobrevivir fuera de la madre por sus propios medios. Y en el caso de Luce, en la novela, se plantea superado el tiempo legal.
La solución se la da una médico amiga de la familia que le recomienda –se trata de una pareja con fuertes recursos económicos- un viaje a Londres donde se puede practicar el aborto en una clínica privada.
Sparaco nos relata la angustia de la madre que se rebela ante la idea de pasar por la muerte de su hijo. La decisión de Pietro en dos días soluciona “el problema”. La depresión y amargura de Luce y el inmenso odio que siente ante Pietro, pese a su apoyo y resolución se constituyen en el nudo de la novela.
No se puede explicar lo que significa el aborto en la vida de una mujer en unos párrafos como tampoco se trata de juzgar a las mujeres que han optado o las han empujado por ese camino.
Si fuese la mejor solución, las encontraríamos a todas felices y optimistas.
En la novela se establece una especie de crítica contra la Iglesia Católica porque defiende la vida en todos los casos. Y los católicos pro-vida son tachados de intolerantes.
Luce frecuenta un blog en el que madres que han pasado por esas circunstancias cuentan sus angustias y cómo superarlas. Luce explica en el blog cómo poder abortar, a qué clínica acudir en Londres. Como también critica a los católicos que aconsejan no abortar, preservar la vida. Culpa a Dios y a la Iglesia por animar a la gente a proteger la vida.
Sin embargo, viaja a Bangkok para hacer un retiro espiritual budista, le aplican masajes y reiki… Y su angustia y su dolor persisten. En la página 249 de 252, Luce grita que:
“Necesito contarlo al mundo. Arrancar el velo de la ley de silencio que se extiende, invisible, sobre nuestras cabezas, para volver a mirarnos en el espejo y quitarnos de encima el peso de la culpa que llevamos dentro…” Necesita gritarlo al mundo después de haberlo gritado a desconocidos en un gimnasio, de haberlo contado a su psicóloga, a su médico…
El libro no lo dice pero hay parejas que optan por esperar a que nazca su hijo y ayudarle a morir como se ayuda a los enfermos terminales, con cuidados paliativos. El dolor de la pérdida del hijo será en todos los casos el mismo. Pero los sentimientos que acompañen a ese dramático suceso durante toda la vida, a esos padres, pueden ser muy diferentes.
Sparaco exalta el sentimiento de la compasión hasta el punto que lo convierte en un argumento suficiente para justificar el secuestro de la razón.