Excelente novela de acción, protagonizada por un modesto comerciante inglés que vive en La Habana. Se ocupa en atender su negocio hasta que una oferta para trabajar como espía le complica extraordinariamente la vida.
Mr.Wormold es un inglés residente en La Habana. Vendedor de aspiradoras y abandonado por su esposa, su vida es absolutamente vulgar hasta que es reclutado para realizar espionaje en la isla. La acción transcurre en 1958, antes del triunfo de la revolución castrista.
Cuando se lee una novela es útil conocer las posibles concordancias entre el texto y la vida del autor; por qué escribe lo que escribe. Graham Greene había trabajado para el servicio de inteligencia exterior del Reino Unido; es decir, era espía y había residido en Cuba; en esta novela hace una caricatura de ambas realidades. Igualmente, en sus tiempos de estudiante en Oxford, Greene se había convertido al catolicismo pero sin gran convicción, por lo que no debemos extrañarnos de las bromas que hace respecto de la religión católica.
Todo en la novela es caricatura y humor, comenzando por el propio autor. Ironiza sobre aquello que practica, pero en lo que no cree. Cuando en la novela se acusa a Wormold de deslealtad para con su patria, alguien exclama: ""¿Qué quiere decir con 'su patria'? ¿Una bandera que alguien inventó hace doscientos años? ¿Un coro de obispos discutiendo sobre el divorcio y los miembros de la Cámara de los Comunes gritándose unos a otros?" (pág.252), y terminan dándole -otra broma- la Orden del Imperio Británico.
Greene es un gran pesimista, posiblemente a causa de los contradicciones existentes en su vida. En sus novelas el ambiente es opresivo y triste. En Nuestro hombre en La Habana, novela humorística, se repite ese patrón: alcohol, soledad de su protagonista y falta de ilusión. Destaca en este sentido la figura del doctor Hasselbacher, alemán residente en la isla. Había combatido en la Primera Guerra Mundial y conserva, nostágico, el uniforme de los ulanos con el que había sido presentado al kaiser-emperador Guillermo II de Prusia.
Dicho todo lo anterior, se afirma en la Presentación que Greene es un habil constructor de historias. Para el lector no hay nada peor que un argumento que dé la impresión de incongruencia, de inverosimilitud. Nuestro hombre en la Habana es una caricatura, pero la novela no pierde interés por ello. El autor es hábil con el argumento y un maestro en la construcción de personajes y diálogos. En un país latinoamericano no es difícil que exista un jefe de policía como el temible capitán Segura, el Cuervo Rojo; resulta desternillante la figura la Milly, la hija de Wormold; y Beatriz, la secretaria, encenderá una esperanza en la vida del vendedor de aspiradoras.
La novela se lee bien y es apta para el público juvenil, aunque hay que lamentar las descripciones minuciosas del club de striptis de Tropicana (decía san Josemaría que 'lo que mancha a un joven mancha a un viejo').
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Mr.Wormold es un inglés
Mr.Wormold es un inglés residente en La Habana. Vendedor de aspiradoras y abandonado por su esposa, su vida es absolutamente vulgar hasta que es reclutado para realizar espionaje en la isla. La acción transcurre en 1958, antes del triunfo de la revolución castrista.
Cuando se lee una novela es útil conocer las posibles concordancias entre el texto y la vida del autor; por qué escribe lo que escribe. Graham Greene había trabajado para el servicio de inteligencia exterior del Reino Unido; es decir, era espía y había residido en Cuba; en esta novela hace una caricatura de ambas realidades. Igualmente, en sus tiempos de estudiante en Oxford, Greene se había convertido al catolicismo pero sin gran convicción, por lo que no debemos extrañarnos de las bromas que hace respecto de la religión católica.
Todo en la novela es caricatura y humor, comenzando por el propio autor. Ironiza sobre aquello que practica, pero en lo que no cree. Cuando en la novela se acusa a Wormold de deslealtad para con su patria, alguien exclama: ""¿Qué quiere decir con 'su patria'? ¿Una bandera que alguien inventó hace doscientos años? ¿Un coro de obispos discutiendo sobre el divorcio y los miembros de la Cámara de los Comunes gritándose unos a otros?" (pág.252), y terminan dándole -otra broma- la Orden del Imperio Británico.
Greene es un gran pesimista, posiblemente a causa de los contradicciones existentes en su vida. En sus novelas el ambiente es opresivo y triste. En Nuestro hombre en La Habana, novela humorística, se repite ese patrón: alcohol, soledad de su protagonista y falta de ilusión. Destaca en este sentido la figura del doctor Hasselbacher, alemán residente en la isla. Había combatido en la Primera Guerra Mundial y conserva, nostágico, el uniforme de los ulanos con el que había sido presentado al kaiser-emperador Guillermo II de Prusia.
Dicho todo lo anterior, se afirma en la Presentación que Greene es un habil constructor de historias. Para el lector no hay nada peor que un argumento que dé la impresión de incongruencia, de inverosimilitud. Nuestro hombre en la Habana es una caricatura, pero la novela no pierde interés por ello. El autor es hábil con el argumento y un maestro en la construcción de personajes y diálogos. En un país latinoamericano no es difícil que exista un jefe de policía como el temible capitán Segura, el Cuervo Rojo; resulta desternillante la figura la Milly, la hija de Wormold; y Beatriz, la secretaria, encenderá una esperanza en la vida del vendedor de aspiradoras.
La novela se lee bien y es apta para el público juvenil, aunque hay que lamentar las descripciones minuciosas del club de striptis de Tropicana (decía san Josemaría que 'lo que mancha a un joven mancha a un viejo').