Escrita con el ritmo y el estilo de una narración este libro nos va contando, desde el principio y con una voz muy personal, la historia de los conflictos entre los palestinos y el Estado de Israel. Desde la expulsión de sus territorios en 1948 hasta el levantamiento del actual muro de separación.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2004 | Caballo de Troya |
219 |
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Palestina. El hilo de la memoria, de Teresa Aranguren, cuenta la historia de un descubrimiento: el itinerario, el proceso, las fases y las formas de ese descubrimiento, su discurso, en todos los sentidos de este término. Como todo descubrimiento, va siendo el resultado de una ampliación, de una profundización, de una penetración, de un intento de posesión, de un entrañamiento. Teresa Aranguren ha contado su descubrimiento personal, progresivo y ascendente, en integración, de un objeto entero y de sus múltiples facetas entrelazadas: la llamada cuestión palestina, la tierra de Palestina, las gentes de Palestina dentro y fuera de su tierra-, las formas de vida de esas gentes, su razón de ser y de existir. En resumen: Palestina, la palestinidad.
Esta experiencia constituye un tiempo de casi veinticinco años en la vida de Teresa ¡Sí, las cosas tan duraderas y profundas pasan tan rápidamente!.... Ese casi cuarto de siglo lo engarza Teresa en dos situaciones, en dos subtiempos. Pero no hay cortes ni cesuras entre ambos, no hay solución de continuidad. Es más: el lector no lo advertiría seguramente si la autora no hubiera dado las correspondientes indicaciones cronológicas. El libro es tan coherente, trabado y continuo –porque lo son también el sentimiento y la razón que lo originan y sustentan- que ese largo paréntesis temporal entre las dos circunstancias no merma en nada su unidad, su valor, su significado.
Son dos circunstancias diferentes en la vida de Teresa, sustancialmente diferentes. Durante la primera el descubrimiento fue compartido: lo hizo con Vicente, su marido, ese V. tantas veces citado y tan presente; después, muerto Vicente, lo continuaría ella, sola y con su recuerdo. El libro es también un homenaje a él, el recuerdo de ese compañero incomparable. Me voy a permitir yo hacer también aquí un breve homenaje de recuerdo, emocionado y limpio, a Vicente Simón Merchán. Fuimos compañeros de estudios universitarios, y en ese plural está incluida Mercedes, mi mujer. Sólo quiero decir que Vicente, estudiante de Historia entonces en la Universidad de Madrid, era ya un ser humano esponjoso, abierto, limpio, bueno, un pedazo de joven como sería después un pedazo de hombre. Un individuo libre, enamorado de la libertad, y que también la daba. Vicente tenía –lo recuerdo muy bien a pesar del mucho tiempo transcurrido- una sonrisa y un gesto siempre de mañana recién abierta y de ilusión firme. Esa es la visión imborrable que tenemos de Vicente.
Este es un libro hermoso, entrañable y duro, durísimo. A pesar de la enorme tragedia que lo origina y que lo empapa, es un libro sereno, porque sólo desde la serenidad se puede hablar precisamente de la tragedia y transmitirla a los demás. Es un libro también equilibrado, porque Teresa sabe muy bien que una de las claves fundamentales de la vida, de la contradictoria existencia de la humanidad, es la interacción dialéctica permanente que existe en los grandes dilemas universales: injusticia/justicia, barbarie/cultura, dolor/gozo, pesadumbre/alegría, miseria/gloria, desesperación/esperanza, muerte/vida. Y es también un libro valiente y admirable porque Teresa no esconde nunca sus sentimientos, sus valoraciones, sus opciones personales, sus preferencias racionales y fundamentadas, resultado de la experiencia propia. Por las páginas de este libro transmina permanente, silencioso y hondísimo, como un venero inextinguible y creciente, el verso de Abú-Salma: "Palestina, cada vez que luché por ti, te amé más".