Herman Roth es un viudo de ochenta y seis años, un agente de seguros jubilado, conocido antaño por su genio, fortaleza y encanto, que lucha por su vida contra un tumor cerebral. En un portentoso acto de honestidad y sensibilidad, Philip Roth crea el que sin duda alguna es su mayor personaje: su padre, y lo hace en el marco de un relato impecable sobre la compleja relación que mantuvieron, sobre la muerte y el temor que inspira, y sobre la absoluta vulnerabilidad a la que el amor nos condena a todos.
Lleno de amor, ansiedad y terror, Philip Roth acompaña a su padre en cada temible paso de esta ingente experiencia, y, mientras lo hace, revela la tenacidad de superviviente que ha caracterizado el largo, testarudo compromiso de su padre con la vida. Patrimonio. Una historia verdadera es el libro más impactante de cuantos haya escrito jamás Philip Roth.
Galardonado con el Nationald Book Critics Circle Award, e inédito en nuestro país hasta la fecha, éste es uno de esos espléndidos libros capaces de transformar radicalmente a quien lo lee. «Semejante narración es un prodigio de ingenio literario y vigor… Es el arte triunfal de lo literal… la pragmática gloria, el genio impredecible de los dones narrativos de Philip Roth.» The New York Times Book Review
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2003 | Seix Barral |
237 |
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Comentarios
A pesar de que el conjunto del libro es positivo, hay que tener en cuenta una página totalmente pornográfica que hace el libro menos recomendable. Es una página que no tiene nada que ver con el resto del relato, pero que resulta molesta.
Esta novela de Philip Roth, no es más que un intento de acercar al lector su experiencia personal como hijo, que cumpliendo con su deber filial acompaña a su padre en sus últimos momentos de vida, enfrentándose a la muerte en su forma más cruda y contemporánea que es el cáncer.
Con el recurso literario de "flash back" el autor se adentra en los recuerdos de infancia, adolescencia y juventud, donde nos describe a un padre judío para el que la fuerza de voluntad es el causante de todos los éxitos y fracasos de su vida a pesar de que quizá ésta no le haya servido para afrontar la muerte de su mujer.
La historia es atrayente en cuanto que nos desvela los sentimientos de otra persona, algo que normalmente interesa mucho al lector, por muy morboso que parezca, y en cuanto que está escrita con la sencillez y claridad de un hijo que tardó 50 años en saber querer a su padre, algo que precisamente se aprecia en un episodio del libro en el que el hijo se encuentra con la más negra de las realidades de una enfermedad y de la vejez también, la necesidad de cuidados íntimos, algo que sin saber porque, le une más a su padre. Para entender mejor esta idea, me remito a las palabras textuales del autor "uno, limpia la mierda de su padre porque no hay más remedio que limpiarla, pero después de haberla limpiado, todo lo que hay que sentir se siente como jamás antes se había sentido".
Momentos como estos, que desde luego no pueden ser calificados de "entrañables" abren a Philip Roth un mundo de sensaciones y de sentimientos jamás experimentado, que, sin vergüenza ni pelos en la lengua comparte con nosotros, con el orgullo de un hijo que intentó darlo todo por su padre en el último momento.
Como de judíos va el libro, no faltan alegatos contra todos aquellos que viven el antisemitismo, con un matiz bastante negativo, a mi parecer, de rencor y de odio contra todos aquellos que discriminan a los judíos. También se nota ese vacío que existe en el alma de aquellos que, cerca de la muerte, no tienen la seguridad de encontrar un lugar mejor y más tranquilo, sencillamente, no ven ese momento con alegría y esperanza de encontrarse a un padre con los brazos abiertos que te espera para gozar eternamente. Es una lástima no ver ese sufrimiento llevado como los cristianos, como una cruz a la que hay que querer pero en fin, es un judío de familia judía el que lo escribe, por lo tanto, no podemos pedir "peras al olmo".
A pesar de esto último, es un libro muy bueno, de esos que te gusta haber leído, sobre todo para aquellos que como yo, ven sus creencias y sus ideas más reafirmadas después de leer el libro.
El relato es sorprendente, o es más sorprendente aún que no se abandone la lectura de algo que es verdaderamente duro de leer, ya que a los hombres nos cuesta el enfrentarnos tu a tu, con el dolor, el sufrimiento, la muerte. Cuando es algo nuestro y no tenemos posibilidad de huida, cada uno lo resuelve como puede con mayor o menor altura, pero en este caso el problema no es nuestro, sino del autor, pero n o huimos. Además la figura del padre –por lo menos a mi- no me resulta agradable y su vida no me parece tan sorprendente como a su hijo. Y la figura del hijo tampoco me agrada, no me atrae un sujeto así. Entonces ¿qué ocurre? ¿por qué leemos más de 200 páginas en estas condiciones? Me parece que la respuesta está en la maestría con que está descrito el proceso interior, lleno de ternura, de agradecimiento filial, de dedicación, de entrega. Es el retrato de una respuesta humana ante la vejez y la muerte maravilloso; un canto a la familia. Pero sin embargo, hay tristeza en todo momento, esto es quizá lo que hace que los personajes no resulten agradables (son personaje tristes en un entorno triste en un marco de éxito; y hay tristeza porque no hay ningún pensamiento trascendente, todo es puro materialismo, en el fondo un nihilismo tremendo.
Aparte de esto hay cosas que sobran en la novela, por ejemplo el diálogo con el taxista de las páginas 154-158; el absurdo mini relato pornográfico de la página 216 y sobre todo el sionismo que rezuma la novela por todos los sitios. Ese sionismo barato victimista al que no tienen acostumbrados muchos autores judíos, pero del que no quieren prescindir: continúan pesando que son los únicos que han sufrido un holocausto y son incapaces de no seguir sufriéndolo porque no lo abandonan de sus memorias
No lo hubiera empezado, probablemente, si no me lo hubieran recomendado. Incluso, en las primeras páginas, no se me quitaba la idea de estar ante un tema triste: la atención de el padre enfermo y anciano. Pero he de reconocer que no se me ha pasado en ningún momento la idea de dejarlo y que, en todo momento, me ha resultado entrañable y atrayente. No es más que la vida misma, pero muestra una cara del hombre actual llena de amabilidad. La relación paternofilial queda descrita con todo tipo de imágenes reales, hasta quizá excesivamente detalladas, puede pensar alguno. Pero se palpa el cariño, la dedicación, la familia.
Resulta curioso como contraste la ausencia de familia del autor. En todo momento, y sobre todo en las lineas conclusivas, quiere dejar patente la fuerza de la familia, la intensidad de las relaciones con sus padres y sus hermanos, como un auténtico logro que ayuda a la persona; y, sin embargo, habla con total desapego de su anterior mujer -se ve que ella no tiene derecho a esta seguridad- y en todo el libro habla de su actual mujer con una distancia curiosa. Quizá porque no es el tema.
Uno de los aspectos que más llama la atención es la falta de idea trascendente en estas dos personas, padre e hijo. En ningún momento encuentran un sentido a la muerte. Uno se pregunta para que tienen una religión -en realidad son judíos de nombre- y cómo habrán leído los libros de sus antiguos. Da mucha pena observar que para estos hombres -ya lo he observado en otras obras de judíos- sólo hay una vida, y cuando se les acaba se desconciertan. En contraste con la fe católica, no deja de ser penoso.
Lo peor del libro, su propaganda sionista. Hay varias páginas que no tienen nada que ver con el relato y que, metidas con calzador, hacen pensar en un encargo o en una especie de obligación de raza que se ha impuesto. Volver otra vez sobre el Holocausto, con ocasión o sin ella, me parece que sólo aburre al lector, que indudablemente no busca eso. Además empeñarse en defender a los suyos, cuando su fe judía no le sirve para nada, resulta un poco patético.