Penny Berry y la pócima mágica

Novela de magia y fantasía, la primera entrega de esta serie protagonizada por Penny Berry,  una niña de doce años que vive en Londres con sus tíos desde que murieron sus padres unos años atrás. Ese verano, por primera vez, se trasladará a Escocia para pasar allí las vacaciones y conocer a su abuela Octavia, un viaje que cambiará para siempre su vida. La acción se desarrolla  en Pitlochry, un pequeño pueblo escocés con apenas dos calles y unas casas antiguas de la era victoriana, donde se encuentra la mansión familiar “Berry Manor”, casi un castillo (con varios sótanos llenos de secretos, como el Mitozoo) rodeado por unos enormes y hermosos bosques que forman la tierra de Amhuinn.

El autor ha creado en Amhuinn todo un mundo mágico habitado por personajes prodigiosos, animales fantásticos y seres sorprendentes y divertidos, en la misma línea que otras obras semejantes como ocurre en Harry Potter o Ada Goth, con las que guarda bastantes puntos de enlace. Así, entre los personajes destacan los sanadores, los desuellamentes, los replicantes, los herboristas, y junto a ellos todo tipo de seres increíbles provenientes de diversas mitologías como los centauros, los unicornios, los trols, los dragones, los enanos, las arpías, los orcos… y un sinfín de extrañas criaturas, caracterizadas por sus rasgos clásicos e incluso por su propio lenguaje. 

Desde el punto de vista temático, el núcleo de la trama es nuevamente el enfrentamiento entre el bien y el mal. En esta ocasión, las fuerzas del bien están dirigidas por los DAF (Decanos de Animales Fantásticos, descendientes de los antiguos druidas), ayudados por los centauros y los unicornios; y en el extremo opuesto se encuentran las fuerzas oscuras, dirigidas por el Innombrable, apoyado por los nigromantes, los dragones negros y los orcos: una batalla prolongada durante siglos, que nunca llega a su fin, en la que la bondad y la generosidad siempre encontrarán su recompensa. 

En definitiva, una lectura entretenida con bastantes rasgos de humor, en la que destaca el vocabulario propio de la mitología que puede estimular la imaginación y la creatividad de los jóvenes lectores. A ello también se unen las ilustraciones de María Simavilla, con imágenes modernas, divertidas y muy significativas para conocer mejor a los personajes y las situaciones que se describen.