“Rusadir” aspira a ser un libro sin edad, o para cualquier edad que los jóvenes lean desde la curiosidad, para conocer, y los mayores desde la nostalgia, para reconocerse. Un lugar de encuentro para tres generaciones, aunque con mirada y sentimiento diferentes.
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En "Los hijos del capitán" (Planeta&Oxford) Nieves Villanueva reúne los recuerdos de su primera infancia en Marruecos. "Rusadir" es la continuación del anterior, cuando la familia se traslada a Melilla para que los chicos realicen sus estudios. Un libro de recuerdos de infancia puede ser muy instructivo si refleja correctamente los sentimientos y emociones correspondientes a una determinada edad. La autora nos acerca a los sentimientos infantiles, por ejemplo, cuando relata el dolor de toda la familia por la pequeña hermana que nace muerta. "Nuestra pequeña hermana iba a llamarse Paloma, pero no pudo ser. Se quedó atrapada en el umbral de la vida sin atreverse a cruzarlo, sin sospechar cuánto la queríamos y lo felices que nos habría hecho verla crecer. Paloma dormía como un angelito, envuelta en su chal blanco que destacaba sobre el terciopelo granate del minúsculo ataúd. En silencio, con una expresión triste pero serena, el capitán echó el cierre a la caja y se guardó la llave en el bolsillo: Procurad no hacer ruido para no molestar a mamá –dijo mientras cargaba la caja blanca bajo el brazo y salía a la escalera". Uno cae en la cuenta de lo pequeño que debe ser el ataúd de un recién nacido y entiende que la autora haya militado en Provida, quizá porque recuerda "lo felices que nos habría hecho verla crecer". Por desgracia no todos los sentimientos con los que tropezamos en el libro son igualmente auténticos. En ocasiones la autora se deja arrastrar por la fantasía y otras veces utiliza terminología o reflexiones que no son propias de una niña, sino de elaboración posterior. En todo caso es un libro excelente para cultivar la sensibilidad de los pequeños, como se hacía antes en las escuelas e incluso en las familias, cuando se leían en voz alta historias que cautivaban la imaginación o ayudaban a los niños a profundizar en sus sentimientos. Soy testigo de cómo la autora ha trabajado en él y con qué esfuerzo ha ido podándolo hasta dejarlo en la forma actual, y es que como decía Mallarmé: "El secreto de escribir está en no querer contarlo todo".