Sin blanca en París y Londres

Permitirme que cuente una anécdota, ya que hace muchos años que leí este libro. En una ocasión estaba un tuberculoso ingresado en un hospital. Era un sin-techo. Había sido contable en una empresa y cometió un pequeño desfalco. Cuando cumplió la pena de prisión ya no volvió a encontrar trabajo. En el hospital pidió algún libro para leer. Dados los antecedentes le hice llegar éste de Orwell. Cuando quiso devolverlo musitó: "Algo de esto he vivido yo". Siempre he pensado que dentro de la obra de misericordia que consiste en "dar buen consejo a quien lo necesita", hay que incluir facilitar un buen libro a quien pueda leerlo. Los libros que no se van a volver a leer no hay que guardarlos como un tesoro; mi experiencia me dice que el lector gusta de tener su propia biblioteca, no heredarla. Los libros se han hecho de papel para que vuelen.