«Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre.» Así comienza la primera y más hilarante novela de Natsume Sōseki, una auténtica obra maestra de la literatura japonesa, que narra las aventuras de un desdeñoso felino que cohabita, de modo accidental, con un grupo de grotescos personajes, miembros todos ellos de la bienpensante clase media tokiota: el dispéptico profesor Kushami y su familia, teóricos dueños de la casa donde vive el gato; el mejor amigo del profesor, el charlatán e irritante Meitei; o el joven estudioso Kangetsu, que día sí, día no, intenta arreglárselas para conquistar a la hija de los vecinos. Escrita justo antes de su aclamada novela Botchan, Soy un gato es una sátira descarnada de la burguesía Meiji. Dotada de un ingenio a prueba de bombas y de un humor sardónico, recorre las peripecias de un voluble filósofo gatuno que no se cansa de hacer los comentarios más incisivos sobre la disparatada tropa de seres humanos con la que le ha tocado convivir.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2010 | Impedimenta |
646 |
978-84-937601-5-1 |
Comentarios
El ingenioso punto de vista desde el que Soseki plantea su crítica mordaz, y no exenta de humor “japonés”, de la sociedad japonesa de principios del siglo XX, no deja de sorprender.
En efecto, el narrador es un gato sin nombre que, en su relación con los hombres –lo acoge un maestro de escuela-, hace desfilar una serie de personajes a cual más sorprendente.
Hay que hacerse al humor japonés, por lo que cuesta un poco, desde las primeras páginas, congeniar y apreciar la crítica que va haciendo a la modernización de la sociedad japonesa de su época, que comienza a sufrir la influencia de la cultura occidental; no olvidemos que la novela está ambientada en los primeros años del siglo XX.
Una vez que, a lo largo de la narración, ha satirizado a la sociedad de su época, en el último capítulo, el autor ofrece una perspectiva de futuro: dónde y cómo desembocará la sociedad japonesa; análisis certero en cuanto a la identificación de algunos de los aspectos más vulnerables, pero pesimista y negativo a la hora de ofrecer soluciones, dibujando un horizonte lleno de nubarrones, sin esperanza alguna.
La narración es fluida aunque, en ocasiones se hace tediosa debido a la técnica, de la que a veces abusa, de intercalar una historia dentro de otra, o alargar un diálogo insulso para poner de relieve algún aspecto peyorativo de la ideosincracia de un personaje que refleja algo propio arraigado en el modo de ser de la sociedad.