Hergé era muy aficionado a los coches, hasta el punto de comprar todos los que le gustaban cuando tuvo medios para hacerlo, por eso los dibujó con pasión y talento. Además, entre 1937 y 1939, trabajó regularmente para La Revue Ford, editada en Bélgica, y ocasionalmente colaboró con varias publicaciones en las que muy pronto se demostró la riqueza de su inspiración y su interés por el realismo documental. El paso del tiempo, los cambios en la sociedad, van apareciendo en diferentes elementos de cada una de las aventuras de Tintín, y también se refleja en los modelos de vehículos que aparecen en ellas. En esta evolución, se puede comprobar la increíble semejanza entre los dibujos y las fotografías o carteles publicitarios de cada época en los que se inspiraban. Siempre fieles a la realidad y basados en los diseños originales. Las láminas a todo color, el material gráfico, la selección de pasajes en los que el coche tiene todo el protagonismo, hacen esta obra imprescindible para todo tintinólogo que se precie. En cada aventura que emprendía Tintín, las situaciones en las que se veía envuelto precisaban siempre, en algún momento, usar algún vehículo para desplazarse. Así, le hemos visto en persecuciones, huidas, transportes, secuestros, viajes de placer, safaris… a bordo de diferentes coches. Ahora aparecen todos recogidos, y algunos fotografiados en sus reproducciones en tres dimensiones, en esta obra, apéndice de la colección de Tintín. En ella queda patente el amor que profesaba el creador de la serie por los vehículos de motor y la precisión y pasión que ponía a la hora de reproducirlos en sus dibujos.
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