La obra reúne tres narraciones cortas cuya fecha de redacción no se indica, aunque el autor advierte que proceden de etapas distintas de su producción y que han sido revisadas para la presente edición. La primera de ellas y más antigua, titulada "La ballena", alude al Congreso Eucarístico que tuvo lugar en Barcelona en mayo de 1952 y tiene como personaje central a uno de los obispos participantes, llegado desde un país de Centroamérica. "El final de Dubslav", perteneciente a un periodo intermedio en la producción de Mendoza, refiere una extraña aventura africana del protagonista. Y "El malentendido", la más reciente, narra la rehabilitación de un presidiario que en la cárcel descubre la literatura y al salir se convierte en un escritor famoso. La obra, en conjunto, no es uno de los libros más logrados del autor, empezando por el título, que nada tiene que ver con el contenido y parece más bien un reclamo comercial nada sutil. "La ballena" tiene un tono paródico y caricaturesco que resulta poco respetuoso con la jerarquía católica, uno de cuyos representantes acaba aquí por traficar con droga y robar joyas. "El final de Dubslav" tiene un argumento muy forzado y poco definido que culmina en un final precipitado, y sólo "El malentendido", de trama metaliteraria, destaca algo más en el aspecto creativo, aunque contiene unas conclusiones un tanto negativas sobre el éxito y la fama de los novelistas.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2009 | Seix Barral |
192 |
9788432212741 |
Comentarios
No podemos tener miedo a las
No podemos tener miedo a las palabras y menos cuando tratamos de literatura. "Tres vidas de santos" no significa aquí más que tres historias o tres recuerdos. Escribe Mendoza en la introducción que, para él, son lo más parecido a una limpieza de fondos, un exorcismo. Tomémoslo así. El relato más sencillo es "El final de Dubslau". Dubslau ha sido ignorado toda la vida por su madre, y se encuentra en Africa cuando se entera que ella ha muerto y que tiene que recoger, en representación de la difunta, un premio europeo. Compara la entrega de premios con una danza africana, más civilizada pero igual sin-sentido. En "El malentendido", Antolín Cabrales Pellejero, alias Poca Chicha, asiste en prisión a un curso sobre análisis y creación literaria. Lo hace para redimir pena. "Siempre puedes robar en una librería cuando salgas" -le dice irónicamente su profesora, la señora Hornillos. Poca Chicha se aficiona a leer los textos que le facilita Hornillos y analiza las historias que le cuentan otros presos. Al salir de prisión, con este material y utilizando las técnicas narrativas que ha aprendido, se convierte en un célebre escritor de novela negra. Mientras tanto la señora Hornillos suspira por la jubilación. "Cada uno tiene su lugar en la vida", reflexiona Antolín, que se considera a sí mismo un fraude como escritor y recuerda a su maestra de Literatura. De este texto son interesantes las consideraciones que hace el autor sobre la creación literaria. La santa se supone que es la señora Hornillos, que ha hecho del presidiario un autor de éxito, mientras que ella no ha logrado salir del anonimato funcionarial. Por último "La ballena". La historia comienza en 1952, durante el Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona. Lo más interesante del relato no es el Obispo centroamericano, que ha quedado varado en la ciudad como una ballena fuera de su elemento. No. Los protagonistas son el narrador y su entorno familiar. Comencemos por el padre, alcohólico: "Bajo una capa de afecto y compasión -cuenta el joven- yo despreciaba a mi padre. Decidí no ser nunca como él". El hueco que deja el padre lo llenará Fulgencio Putacás, el clérigo centroamericano imposibilitado de volver a su país. La cima de la pirámide familiar la ocupa la tía Conchita, casada con el tío Agustín, un rico financiero. La mayor de cinco hermanos, tía Conchita "era rica y esto le daba un poder considerable en una sociedad matriarcal y obediente". No tenía ideología ni creencias, e "hizo suyas la religión y la dictadura porque favorecían su proyecto personal", y el proyecto no era otro que su familia. Por eso calla cuando uno de sus hermanos tiene que marchar a Guinea perseguido por un escándalo innominado -el tío Antón-, otro es un vaina y un picaflor -el tío Fran-, otro un poco retrasadillo -el tío Victor-, y el último un alcohólico empleado de Renfe. Nada ha de saberse aunque ella tenga que pagar los gastos. La historia -muy en la línea de otras de Eduardo Mendoza- pone de relieve que Barcelona en aquellos años era una ciudad tan normal y provinciana como cualquier otro lugar de España. El "oasis catalán" llegaría después. También resalta los rasgos de carácter de algunos de sus naturales: El tío Agustín tenía una "confianza limitada" en la buena marcha de la economía española, y guardaba en su caja fuerte francos franceses, francos suizos y dólares de procedencia desconocida; por su parte la tía Conchita no se relaciona con nadie ajeno al ámbito familiar. Pero... ¿cuándo dice que se escribió esta historia?
Mi puntuación es debida al tercer relato que me ha gustado mucho. Porque a mí todo lo que sea hablar de libros y que la gente tenga este hobby me gusta. Ademas ahí se trata de un caso de reinserción por la lectura.