El libro consta de 37 pequeños capítulos, que están complementados con una cronología, mapas de la región donde tienen lugar los hechos y un glosario de términos. Fundamentalmente se trata de una larga entrevista con diez aldeanos hutus, jóvenes, que participaron formando una banda en las matanzas de la colina de Nyamata, punto neurálgico del innombrado genocidio. En él perecieron, casi siempre degollados o destrozados a machetazos, más de 800,000 tutsis, a manos de otros muchos miles de hutus. ( de Ángel García Prieto )
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La estructura organiza muy adecuadamente la información de largas entrevistas, con otros datos y testimonios corales de más personas implicadas de una manera directa o indirecta con las víctimas o verdugos de las matanzas.“ Nadie puede confesar toda la verdad, que es tan penosa, ni ahora ni nunca. Nadie puede nombrar con las palabras exactas todas sus fechorías porque se condenaría ante los demás. Y eso es demasiado grave. Pero unos pocos están empezando a contar trocitos terribles para hacer penitencia de la sangre que hicieron salpicar, sin que les importe parecer más merecedores de castigo. Esos van abriendo el camino de la sinceridad. Es algo muy grande”, dice en determinado momento Ëlie uno de los diez entrevistados por el autor de este libro. Hay muchos interrogantes que el libro no es capaz de contestar, porque, como dice Claudine, uno de sus personajes supervivientes, “Creo, además, que nadie escribirá nunca en orden todas las verdades de esta tragedia misteriosa; ni los profesores de Kigali y de Europa; ni los círculos de intelectuales y políticos. Cualquier explicación fallará por un lado o por otro”. Jean Hatfeld tampoco parece intentar llegar al quid de una cuestión tan compleja y desquiciada. Pero lo que está claro es que consigue plasmar con claridad lo que ocurrió, y lo hace sin concesiones a la morbosidad, con la brutal realidad de aquella situación, aunque con la elegancia de quien no desea caer en los tópicos de la sordidez. Por otro lado al no entrecomillar los testimonios de sus entrevistados – con los que, por otra parte, habló a través de un traductor – pone en las contestaciones una capacidad de comunicación muy elocuente y tersa, con ejemplos y frases acompañantes mucho más esperables de un buen periodista que de un labriego hutu. Lo que puede hacer perder su valor genuino, pero sirve para enriquecer lo narrado con matices acertados y elegancia literaria.
( de Ángel García Prieto )