Ferdinand Bardamu, el protagonista, es un héroe de nuestro tiempo: herido en la primera guerra mundial, enamorado de una prostituta sin futuro, sobreviviendo en las colonias francesas en África, persiguiendo su particular sueño americano... Una historia capaz de llegar a lo más hondo del corazón humano. Céline se situó con esta obra en una posición de privilegio en las letras francesas, de la que ninguna consideración extraliteraria lograría desbancarlo. La prosa amarga y quebradiza de Céline, su característico ritmo acelerado, el lirismos descarnado con que construyó a sus personajes o la altiva mueca con que contempló la existencia son claves indispensables para comprender la literatura europea y latinoamericana actual.
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Viaje al fin de la noche es uno de los iconos de la literatura del siglo XX. Me voy a servir de ella para desarrollar la tesis de la novela parcial. Novela parcial es aquella que carece de unidad en el relato; una acumulación de materiales que el autor trata de amalgamar a través de los personajes y de la filosofía que los inspira. La novela parcial es sólo parcialmente una novela; es cómo si tratásemos de publicar varios relatos distintos intercalando entre ellos la frase "...y entonces ocurrió que...". Veamos cómo se aplica esta definición al Viaje.... La novela aparenta constituir unas memorias íntimas, una especie de autobiografía que se abre con cuarenta páginas dedicadas al protagonista en la I Guerra Mundial. El estilo desgarrado, el lenguaje obsceno y el rechazo que la guerra provoca en él encajan bien con una situación cruenta como lo fue la gran guerra. El protagonista vuelve enfermo a París y cuenta con gran cinismo su permanencia en la retaguardia, que trata de prolongar. Finalmente decide hacerse pasar por enfermo mental para no volver al frente, y nos da su visión de los hospitales psiquiátricos. Causa baja en el ejército y resuelve viajar a África como empleado de una compañía mercantil. Llevamos doscientas páginas y todavía no hemos averiguado la finalidad de esta catarata de sucesos, pero presentimos que es puro exhibicionismo. El lenguaje sigue siendo imprecativo, desde las primeras páginas. Dado que psicológicamente hablando no es lógico reaccionar siempre del mismo modo frente a hechos muy distintos (la guerra, el hospital, África), el lenguaje y la novela con él van perdiendo credibilidad. El protagonista carece no sólo de valores sino incluso de objetivos. Cambia de continente para viajar a Norteamérica y vuelve de allí sin ahorrarnos los correspondientes sucesos. También cambia de profesión ya que ahora se nos presenta como médico. El relato sigue siendo una sucesión de anécdotas ensartadas, ahora de naturaleza médica, contadas de forma vulgar y desafiante. Es seguro que muchos lectores habrán pensado: "He aquí un hombre que habla como yo; un hombre de la calle". Craso error, se trata sólamente de una técnica literaria. Por otra parte Ferdinand Bardamu -nombre del protagonista- es la típica persona a quien no aguantaríamos hablando ni diez minutos seguidos, por su negativismo. Eso sí, el autor usa y abusa de las metáforas y comparaciones, muchas de ellas tomadas del lenguaje corriente. El libro entero es una inmensa metáfora agobiante, que nos recuerda el dicho popular: "Lo poco gusta, lo mucho cansa". Y hasta aquí llegó la riada: abandoné la lectura en la página 330. Los autores teatrales hablan de la unidad de acción, de espacio y de tiempo; en una novela la acción se desarrolla en el espacio y en el tiempo, pero necesita un hilo conductor y aparente, una unidad de propósito que dé consistencia al relato. La filosofía del Viaje... es la de que esta vida es una mierda. Desde luego la de Céline lo fue, pero no contra su voluntad. En la II Guerra Mundial se declaró "petainista" y pro nazi. Al acabar la contienda dió con sus huesos en un psiquiátrico; esta vez de verdad, no en la ficción. He dicho que no es sano psicológicamente ver todos los sucesos de la vida a través de un filtro negro; ahora añadiré que tampoco es lógico alabar al que lo hace, aunque haya escrito cuarenta páginas creíbles, incluso brillantes, del total de quinientas setenta con las que cuenta el libro. Si tuviera que calificar el Viaje... lo haría como una obra absurda y psicológicamente enferma. La solapa del libro califica a Céline como "nihilista" y añade que las demás obras que publicó no tuvieron la misma aceptación. No es extraño, cuando no se tiene más que un registro éste termina por cansar al lector.