El español Carreño Echeandía, sacerdote salesiano, llegó a la India en 1934. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la carencia de nuevos misioneros le obligaron a potenciar las vocaciones nativas. Para ello levantó una docena de seminarios salesianos por toda la India. A partir de 1948 trabajó en Goa, colonia portuguesa, con el Obispo y Patriarca de ese territorio. Los últimos años de su vida misionera transcurrieron en Filipinas donde también estimuló el clero nativo.
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Cuando José Luís Carreño
Cuando José Luís Carreño Echeandía, sacerdote salesiano, llegó a la India en 1934, las instrucciones que recibió de su superior fueron del siguiente tenor: "Su jurisdicción llega por el Oeste hasta aquellas montañas, por el Este hasta la próxima Diócesis. Deberá construir una iglesia, un colegio y tener un orfanato no estaría nada mal". En ese momento lo único que tenía era un puñado de católicos, más pobres que las ratas y dispersos por distintos poblados, pero católicos, que quiere decir que tenían la misma fe que un canónigo de la basílica de San Pedro en el Vaticano.
Treinta años más tarde, al dejar la India, el misionero no sólo había construido todo aquello que le pidieron, sino también un gran centro de formación profesional y una docena de seminarios salesianos esparcidos por el subcontinente. De estos saldrían sacerdotes y Obispos indios para aquel inmenso país. Echeandía nos cuenta la alegre fraternidad de los misioneros y sus apuros para conseguir fondos para sus iglesias y feligresías. Nos explica la dificultad para hacer conversiones debido al sistema de castas unido al hinduísmo, de forma que los católicos pertenecían en su mayoría a los grupos sin casta.
Cuando Echeandía pensaba que había terminado su vida misionera, sus superiores le enviaron a las Filipinas donde se reconcomía observando una cristiandad tan amplia carente de sacerdotes. Hay una anécdota muy bonita en la que un norteamericano viaja por los poblados distribuyendo ayudas para el desarrollo. Pregunta a los miembros de una aldea qué necesitan y estos le responden: "Necesitamos un sacerdote". A fin de recaudar fondos para los salesianos filipinos el autor se decidió a escribir "Urdimbre en el telar", un libro autobiográfico en el que relata las anécdotas alegres y entrañables de su vida de misionero.