El volumen reproduce un bellísimo relato breve que narra la grandiosa historia de un ignorado pastor que logra repoblar él solo una árida comarca, a base de sembrar todos los días semillas o brotes de árboles durante largos años, mientras cuidaba su rebaño. La obra encierra sobrias descripciones paisajísticas de gran belleza plástica, está escrita con un estilo de muy alta calidad literaria y encierra un contenido profundo expresado en términos sencillos.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | José J. de Olañeta |
150 |
978-84-9716-396-5 |
Edición muy cuidada con ilustraciones de Michael McCurdy y un largo epílogo de Norma L. Goodrich. |
Comentarios
Por lo que observo, la literatura francesa, entre sus muchas virtudes, tiene la de hacer arte de lo mínimo, una especie de “poética de la brizna de hierba”. Es el caso de Bobin, Delerm y, también, de Giono. En El Hombre que plantaba árboles, Jean Giono (Los pequeños libros de la sabiduría, José J. Olañeta, Editor, Palma de Mallorca 2004) el narrador nos cuenta cómo se encuentra con un pastor de cincuenta y cinco años que planta árboles con el fin de convertir unas tierras baldías y yermas en un lugar acogedor. Es un hombre silencioso y solitario, pero amable, sonriente, cordial y feliz. La gratuidad y el amor con el que Bouffier realiza esta tarea hacen que el narrador diga de este viejo campesino iletrado que “ha sabido completar una obra digna de Dios”. Un amigo del narrador que acude a conocer a Bouffier dice de él, maravillado, que ha descubierto una forma maravillosa de ser feliz. Y esto lo puede decir el guardabosque porque el pastor actúa con afán de servicio, con amor y con gratuidad.
La edición, fantásticamente ilustrada por Michael McCudy, contiene un extraordinario epílogo de Norma L. Goodrich. La profesora universitaria tuvo la suerte de conversar en repetidas ocasiones con el autor. En una de estas charlas Giono le comentó que estaba muy contento de no haber recibido ni un céntimo por esta obra, y así participar de la gratuidad de su personaje. En efecto, los editores americanos que encargaron esta obra a Giono no quisieron publicarla y se hizo finalmente en la revista Vogue. En muy poco tiempo este breve relato se tradujo a doce idiomas en multitud de ediciones.
Aquí tenéis otra traducción del relato de Giono que acabo de encontrar en internet, pero si podéis haceros con la edición que cito disfrutaréis más; por las ilustraciones, por el epílogo, por la traducción... y por el papel.
Es un cuento delicioso, un canto a la naturaleza , a la generosidad con ella, en el que el narrador llega a concluir: “Cuando pienso que un solo hombre, armado únicamente de sus recursos físicos y morales, fue capaz de hacer surgir de un yermo esta tierra prometida, me convenzo de que, a pesar de todo, el género humano es admirable”.
El pequeño libro se complementa con un interesante y cordial epílogo de Norma L. Goodrich, profesora de los Clermont Colleges de California, estudiosa del autor francés, que narra algunos aspectos de la obra y la persona de Giono, al que llegó a conocer y entrevistar.( de Ángel García Prieto)
Podríamos calificar el relato, como ecológico. Al fin y al cabo el tema son los árboles. Si hay árboles hay vida. Pero me parece que en este cuento ante todo hay un hombre totalmente generoso. Me parece una bella historia para contar a los niños, para meditar los mayores, para gravarla en el corazón de los jóvenes. El pastor del cuento planta para hacer felices a los demás. Sabe que él no se va a beneficiar de lo que está haciendo.
El aldeano , que tenía un bastón de hierro, seleccionaba cuidadosamente en su cabaña cien bellotas u otros frutos de arboles que conservaba.Tenían que ser los cien mejores.
Luego subía al monte, hincaba el bason e introducía la bellota y la tapaba.
Así años y años. Y la naturaleza respondió con creces al trabajo del hombre.
Puede parecer una novela o bien un libro de pensamiento.
La verdad es que es una delicia leerlo y, despues, pensar en el trabajo cotidiano, sencillo, escondido ypero bien hecho y con cariño para darnos cuente de uqe es el reflejo, o debiera serlo, de la mayoría de nuestras vidas: un trabajo sencillo,sin relumbrón, sin salir en los medios de comunicación, pero que si esta hecho con seriedad y constancia produce unos frutos insospechados.
En esta obra el aldeano vió el fruto; quizá muchos no lo veamos , pero que el fruto sale es seguro.