El capitán Ribot, un marinero valenciano cargado de vitalidad, cuenta en primera persona cómo conoce y se prenda de Catalina. Descubre pronto, con pesar, que se trata de una mujer casada, pero no puede evitar seguir enamorado de ella, buscar el trato (que va prendiendo aún más la hoguera) y lanzar incluso algún anzuelo para conseguirla. Ribot padece un debate moral, porque sabe que lo que intenta no está bien y percibe además la virtud de Catalina (que es, por otra parte, una de esas cualidades que la hacen atractiva). Hace además amistad con el marido de Catalina, Emilio, un frágil y soñador personaje sencillo e ingenuo. La amistad con Emilio se convierte después en un nuevo muro, ya infranqueable para Ribot y le aleja casi definitivamente de cualquier tentación.
El socio de Emilio, Enrique Castell, es sin embargo un hombre sin escrúpulos, pretende también a Catalina y no posee barreras morales.