Si Coplas por la muerte de su padre ocupa un lugar privilegiado en la historia de la cultura hispánica no es porque aborde un tema que es omnipresente en la cultura medieval castellana: la muerte, sino por el peculiar tratamiento que hace de dicho tema. Jorge Manrique prescinde de la pomposidad y el engolamiento propios en los poemas elegíacos de aquella época para dar una sensación de intimidad. Si observamos estrofa por estrofa comprobaremos que a diferencia de lo que ocurre en Danza de la Muerte, en las Coplas no hay ninguna descripción sobre la descomposición del cuerpo humano. Manrique considera a la muerte como un personaje, se reduce casi a una voz interior y mantiene un diálogo con don Rodrigo. Otra alteración del esquema tradicional es la utilización que hace del tópico «ubi sunt», no para evocar las glorias antiguas de personajes lejanos sino para presentar la fugacidad de unos rasgos esenciales que son conmovedores porque los sitúa en un pasado inmediato. Sin embargo, la mayor nota de originalidad está en concebir la muerte como parte integrante de la vida. La lectura de las Coplas nos induce a reflexionar sobre el sentido de la vida.
Comentarios
LLamativamente pasan no ya los años sino los siglos y las Coplas de Manrique siguen frescas, tersas. A los que damos clase, no nos han fallado nunca en el aula, ni siquiera con alumnos de otras tradiciones (asiáticos, por ejemplo).
Es la elegía por antonomasia ya la vez un breve tratado sobre la muerte. Es probablemente la joya de nuestra literatura medieval en castellano.
Las mejores ediciones en el mercado (de todo el Corpus de Manrique, que escribió más versos que estas "Coplas") son las de Vicente Beltrán en Crítica, Ángel Gómez Moreno en Alianza y María Morrás en Castalia.