Sobre la libertad

La filosofía de Stuart Mill (1806-1873) representa una de las defensas más fuertes del liberalismo fundado en una ética teleológica. Siguiendo la teoría del utilitarismo, para Mill la libertad no es un principio último y absoluto, por lo que no se basa ni en el contrato social ni en los derechos naturales, sino que ha de ser considerada según sus consecuencias sobre la felicidad de los individuos y de la sociedad. El propósito de Sobre la libertad es la formulación del principio que ha de regular las relaciones entre la sociedad y el individuo con el fin de evitar el despotismo sobre los individuos y las minorías. La limitación de la libertad individual solo está justificada cuando “haya que proteger al género humano” y haya que “evitar que se perjudique a los demás”, y nunca porque se piense que sirve para el propio bien del individuo, pues este, en lo que a él se refiere, es soberano, según la tradición ilustrada europea.

Ediciones

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2005 Edaf
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Este libro está calificado (www.almudi.org) como “incompatible con la doctrina católica”. Stuart Mill publicó “Sobre la libertad” en 1859 y su condena va unida a la del liberalismo. El autor defiende la libertad de pensamiento y de discusión y califica a las Iglesias, especialmente a la Iglesia católica, como dogmáticas y fanáticas. Dogmáticas porque no están dispuestas a discutir sobre sus creencias, fanáticas porque si pueden las impondrán coactivamente. A esto hay que contestar que Stuart Mill escribía hace ciento cincuenta años y que hoy está reconocida por todos –excepto quizá por el Islam- la libertad de las conciencias. Si en la actualidad existe algún fanatismo en Occidente proviene más bien del ateísmo en su versión laicista. Hoy lo único que reclama la Iglesia católica es libertad para desarrollar su misión entre los hombres y un libro que clama por la libertad con responsabilidad personal, no se puede considerar contrario a la doctrina católica sino más bien coincidente con ella. Tanto los principios que defiende el autor como la mayor parte de sus conclusiones son válidos para defender las manifestaciones públicas y privadas de la religión y la rectitud de vida de los ciudadanos, sean creyentes o no. Hoy se actúa como si la libertad individual no tuviera límites, pero Stuart Mill dedica gran parte de esta obra a estudiar los límites y contrapartidas de la libertad vivida en sociedad; qué actos puede ejercer libremente la persona bajo su responsabilidad y cuáles pueden ser regulados o impedidos por el Estado y rechazados por la opinión pública. En ocasiones el autor peca de ingenuidad al pensar que la reprobación pública de determinados actos o políticas puede llegar a impedir que se realicen o a los gobiernos a perder las elecciones; por desgracia no siempre ocurre así. Si excluimos los exabruptos que lanza el autor contra las religiones –probablemente justificados en aquellos tiempos- el resto constituye un excelente tratado de ética social de sorprendente actualidad. El autor desciende frecuentemente a conductas concretas tales como la prostitución, el alcoholismo o la responsabilidad de los padres frente a sus hijos. No trata sobre el aborto, que en aquella época debía ser algo excepcional, pero en los principios que establece el autor encontramos materia suficiente para rechazar esta práctica, especialmente en el principio de responsabilidad. Nos encontramos ante un libro denso, más propio para el estudio que para una lectura relajada. El lector debe tener la formación necesaria para entender las críticas que hace el autor al dogmatismo y a la intolerancia, así como otras conclusiones que alcanza el autor y que son contrarias al sentido común y natural. Por ejemplo asume la tesis de Adam Smith según la cual debe impedirse el matrimonio de aquellos sobre los que no haya constancia de que cuenten con recursos suficientes para mantener una familia; esta tesis contraría los derechos naturales reconocidos por la Iglesia católica y las Declaraciones Universales de Derechos aprobadas por los organismos políticos.