"El cazador de leones" es un ameno, divertido e impecable tour de force narrativo, una novela singular, cotidiana como la vida misma y extraña como un día cualquiera, que retrata en toda su ingenuidad y en toda su bajeza a su monologante protagonista y quizá también a su silenciosa oyente. Pero también retrata al teléfono, que siempre está ahí, a menudo callado, pero recordándonos con su silencio hasta qué punto somos indiferentes a los demás y dándonos así la medida exacta de nuestra insignificancia. Porque lo que todos necesitamos es un «interlocutor válido». Y lo necesitamos con tanta urgencia que, si no lo encontramos, decidimos inventarlo.