Mi vida y la tuya son también un apasionante viaje que, teniendo el mismo destino, presenta siempre un camino particular para cada uno. Y es necesario que cada cual asuma la responsabilidad de proyectar y trazar su ruta para llegar a ese destino: sólo con esa actitud de empeño personal nos ponemos en condiciones de ir más allá, de descubrir verdaderamente el valor insospechado de nuestra vida y los horizontes inmensos que se abren ante ella.
Es a esto a lo que llamo el encuentro. Se podría definir como el acontecimiento que me hace capaz de descubrir los valores que se encierran en la realidad. Es una luz sobre mi vida, en todas sus dimensiones, que me permite ordenar y diseñar las etapas de un viaje personal extraordinario. Para entender la existencia humana es necesario entender ese encuentro, que es algo mucho más rico que un simple choque entre dos objetos. El encuentro implica intercambio de posibilidades, capacidad de iniciativa; es una realidad dinámica y con mucho de aventura. Es saber descubrir mi lugar y mi función dentro de la vida. No es lo mismo llegar a las costas de América que descubrir América.
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En este año que falta para el
En este año que falta para el Sinodo de los obispos convocado por el papa Francisco sobre la juventud vale la pena releer este trabajo para formar a los jóvenes para seguir a Jesucristo. Leer artículo>>
“Estas páginas son una invitación apasionada a asumir personalmente la gozosa aventura de vivir” –escribe en el prólogo Jorge Miras, unido al autor por “una amistad añeja y regocijante”- y continúa: “El autor [...] escribe [...] porque le importa decir unas cuantas cosas que sabe por su larga experiencia y que a otros muchos les importan, o les importarían si cayeran en la cuenta de ellas. Es éste un libro lleno de vitalidad, con la estructura teórica imprescindible para ayudar a entender la vida y a vivirla bien.”
“El lector –prosigue el prologuista- no encontrará aquí propiamente un ensayo de antropología académica, sino más bien un acompañamiento práctico, a pie, para descubrir el misterio de la vocación como clave fundamental de la existencia humana, y para construir la propia existencia en torno a esa clave, para vivir con sentido de vocación. Esto –el sentido vocacional- significa, por supuesto, que en el mismísimo punto de partida hay una propuesta paradójica: para llegar a ser uno mismo es preciso romper la soledad del ensimismamiento.” (pp. 11-12).