El 2 de octubre de 1928 Dios hizo ver al joven sacerdote Josemaría Escrivá algo que esperaba de él: que se dedicara a una institución de laicos y clérigos que habían de buscar la santidad y dedicarse al apostolado en medio del mundo, a través de un trabajo profesional o labor equivalente. Don Josemaría vio con claridad lo que Dios quería, pero había una dificultad: Una Institución como aquella no existía ni estaba prevista en el Derecho de la Iglesia católica. "Historia y defensa de un carisma" relata los pasos que, con inmenso esfuerzo, hubo de dar el joven sacerdote para encontrar un lugar para el Opus Dei en el mundo jurídico de la Iglesia. Josemaría Escrivá falleció en 1975 sin ver el fruto de sus esfuerzos, pero lo principal estaba hecho: el Concilio Vaticano II había previsto la existencia de Prelaturas personales dentro de la Iglesia. Estas serían Instituciones jurisdiccionales, de ámbito no territorial, sujetas a la potestad de un Prelado con clero propio, para una finalidad apostólica determinada. Es la forma jurídica que adoptaría a la postre el Opus Dei junto con la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. El 28 de noviembre de 1982 Su Santidad Juan Pablo II, tras un exhaustivo trabajo de información y estudio, adoptó la decisión de erigir la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei. La Bula "Ut sit", en la que manifestaba dicha decisión, le fue entregada al nuevo Presidente General, el sacerdote Don Álvaro del Portillo, el 19 de marzo de 1983. San Josemaría Escrivá fue canonizado por el Pontífice el 6 de octubre de 2002.
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Tenacidad es la palabra que
Tenacidad es la palabra que mejor describe la actitud de San Josemaría Escrivá ante la necesidad de abrir un camino jurídico en la Iglesia al Opus Dei. Si consultamos el índice cronológico de los documentos incorporados a este volumen, comprobaremos que apenas hay un año, desde 1943, en el que San Josemaría no se viese empeñado en ese "forcejeo filial" con la Santa Sede para avanzar en el camino jurídico del Opus Dei. En ocasiones manifestó que aquello no le inquietaba: la Obra era de Dios y Él había de proveer (Carta de 1962), pero fueron las menos. Era consciente de que un error humano, un error del instrumento, podía torcer el cumplimiento de la voluntad de Dios. Por eso en otras ocasiones habló de "una intención que me roba todas las energías del alma" (pag.332).
No es que Josemaría no encontrase apoyo en el mundo eclesiástico; lo tuvo y mucho. Desde el Excmo. Don Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Madrid, que dio al Opus Dei sus primeras aprobaciones, hasta los últimos Pontífices (Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II) que manifestaron la necesidad de dar a la Obra una configuración jurídica definitiva.
El Beato Álvaro del Portillo, que fue Presidente de una de las Comisiones antepreparatorias del Concilio Vaticano II, Secretario General del Opus Dei en vida de San Josemaría y luego sucesor suyo, tuvo una importancia en el proceso que sólo podemos intuir. Él se presentó en Roma en 1943, enviado por el Fundador, cuando sólo era un joven Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos (decía en broma que había escogido esa carrera porque era la que tenía un título más largo), para solicitar a S.S. Pío XII la aprobación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Él fue también, cuarenta años más tarde, quien recibió de manos del Nuncio de Su Santidad en Italia la Bula "Ut sit", en la que Juan Pablo II erigía el Opus Dei como Prelatura personal.
Nadie puede decir que conoce el Opus Dei si antes no ha leído este libro. Naturalmente se puede vivir y amar el espíritu del Opus Dei sin haberlo leído, y será lo corriente; pero El itinerario jurídico del Opus Dei despeja las dudas que puedan presentarse sobre el espíritu y la forma de esta Institución.
Detrás de su redacción, clara y ordenada, vemos la mano del primero de sus autores, don Amadeo de Fuenmayor y Champín, que pidió la admisión en el Opus Dei inmediatamente después de la guerra española. Él vivió todo lo que se relata en el libro. Don Amadeo fue Catedrático de Derecho Civil, miembro de la Comisión de Codificación del Ministerio de Justicia de España y Decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra. Participó, entre tantos otros trabajos, en la Comisión Paritaria de Estudio, que se constituyó en 1979, entre la Sagrada Congregación de los Obispos y el Opus Dei, en la recta final del itinerario jurídico de la Obra. El segundo de los coautores, Valentín Gómez-Iglesias, es también sacerdote y jurista; como miembro más joven del grupo podemos imaginarlo dedicando muchas horas a la documentación y redacción. Por último, don José Luís Illanes, teólogo, hace algún guiño teológico desde el texto.
No obstante, no se trata de un texto para especialistas sino accesible a todos, a pesar del indudable esfuerzo que suponen sus quinientas páginas de texto y ciento cincuenta de documentos. Todo está ahí: la espiritualidad, la teología, el derecho y la historia del Opus Dei. El lector no debe incomodarse ante los documentos finales en español, italiano y latín, su lectura no es imprescindible y resultan de fácil comprensión después de la lectura del texto. Al leer las cartas escritas en italiano y dirigidas a la Curia vaticana sentimos cercanas a las personas que las redactaron.