Hacer una selección de novelas de
calidad literaria, humana y que te aporte algo no es una tarea fácil a la vista
de nuestro panorama literario. Haber leído "Llenos de Vida" de John Fante (Anagrama
2008) ha sido una alegría, pero al mismo tiempo me dejó un trasfondo de
inquietud. ¿Dónde están los buenos literatos de hoy en día que hay que leer a
los de los años cincuenta?
No deja de ser curioso que las
editoriales tiendan a editar clásicos que saben que se venderán, aparte el
hecho de no tener que pagar derechos. El público acoge con entusiasmo a autores
desconocidos para él, pero que le aportan lo que no ve en la literatura hecha
por sus contemporáneos, obsesionados por el pesimismo, por el sexo, por la
vanidad o por el mal hacer literario. El boca-oído funciona y fenómenos como el
de Némirovsky sorprenden a propios y extraños, demostrando a las editoriales
que eso es lo que demanda el público culto.
La buena novela se crea, el
best-seller se fabrica. La buena novela lleva tiempo, el boom se hace
entre varios "negros" para cumplir con los plazos de la editorial, la feria del
libro o vaya usted a saber qué compromisos que hay con ayuntamientos que
convocan premios o editoriales que nombran a un jurado al que ya se le ha dado
el nombre del ganador. Sin embargo, el negocio es el negocio. Comprensible.
De fuera de España nos está
viniendo lo más interesante que se publica en nuestras editoriales, mientras
que las letras españolas duermen el sueño de los justos. Lo más curioso es que
no he detectado entre los lectores, salvo excepciones, un gran interés por leer
cosas nuestras. La vida de los españoles y su historia no interesa y, por
tanto, no se demanda al menos que vaya precedida de una gran operación de
márquetin y de una calidad ínfima, como es el caso de La Catedral del Mar o los
ruizafones correspondientes. Tal vez sea esa carga ideológica tan fuerte que se
le da a la literatura española la que le hace perder interés. La progresía lo
descompone todo.
No importa. Seguiremos leyendo
autores extranjeros contemporáneos pero que saben hacer eso que ya se hace tan
poco: escribir bien.
Carlos Segade