El Profesor Pedro Álvarez ha afrontado con profundidad el
estudio de la masonería en el campo de la educación en el siglo XIX en España.
Cuestión clave para entender el Krausismo y la
Institución Libre
de Enseñanza, sin lo que es difícil captar el siglo XX español y sus profundas
convulsiones.
En el siglo XIX ya estaban conformados los principios
fundamentales de la acción de los masones: "El reformismo social y humanitario
masónico, enemigo de emplear la agitación revolucionaria como instrumento de
cambio, adoptó el idealismo educativo como el medio idóneo para estructurar una
sociedad auténticamente humanitaria. Consecuentemente con su respeto y sostén
de los valores de la libertad, neutralidad filosófico-político-religiosa y amor
al género humano, la masonería abogó por una tercera vía educativa que,
evitando a la vez el monopolio confesional y el estatal de la enseñanza, debía
promover una educación independiente y universalista" (p.37).
Seguidamente, añade el Prof. Álvarez: "Sin embargo, en
los dos últimos tercios del siglo XIX algunas masonerías nacionales
experimentaron una convulsión ideológica y normativa de la máxima importancia:
si bien el predominio de la función educativa de la hermandad masónica fue reconocido
unánimemente, su principio constitucional de tolerancia, consagrado en las
Constituciones de Anderson de 1723 (la Carta Magna de la masonería contemporánea), sufrió una
reinterpretación racionalista y laicista que dogmatizó la actividad de las
logias" (p.37).
Efectivamente, fue tenaz la lucha de la masonería por los
derechos humanos, la cuestión social, o el feminismo; aspectos que cuadraban
con el tono social-liberal con el que actuaron sus políticos en la
Segunda República y
que lograron plasmar en la Constitución Española de 1931.
Pero también desde entonces han continuado en la
dirección racionalista y laicista. Ese peligro está en el fondo de la llamada
de atención del Papa Benedicto XVI, en los primeros días de su Pontificado, con
su condena de la Dictadura del Relativismo.
Hay que recordar que el fondo de la condena de la Iglesia
de los ideales de la masonería se ha mantenido, y por tanto se mantiene la condena. Un cristiano no puede en conciencia pertenecer a la
masonería ni trabajar en su desarrollo. El fondo deista, con el que se creó en
el siglo XVII sigue en pie. Así como la pretensión de reducir la religión a una
cuestión de la intimidad de la conciencia, sin presencia en la vida pública.
La Iglesia Católica conserva el tesoro de la Revelación que nos dio
Dios en su Hijo Jesucristo. Dios es un Ser personal que invita al hombre, a
todo hombre, a la intimidad con Él. Por eso la historia del hombre es la
historia de su oración, de su vida de relación con Dios. Y de ahí procede el
Mandamiento del amor que nos dio Jesucristo: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis
unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si os tenéis amor entre vosotros" (Io 13, 34-35). El cristiano debe
proclamar con la persuasión y la misericordia el Evangelio, la Verdad de
Cristo, a toda criatura.
José Carlos Martín de la Hoz
Pedro ÁLVAREZ LÁZARO, La masonería escuela de formación del
ciudadano, ed. Comillas, Madrid 2005, 462 pp.