El profesor Arbeloa aborda en
este ensayo, a modo de introducción, una
de las cuestiones de fondo más importantes para entender el siglo XX y,
especialmente, la cuestión religiosa en la Segunda República
Española.
Para estudiar el anticlericalismo, nuestro autor se
detiene, con gran maestría, en el siglo XIX. Un período difícil, pues como
afirmaba el Prof. Federico Suárez "el siglo XIX es una de las épocas más interesantes de la Historia
de España, pues en ella se producen cambios tan profundos, de tanta
envergadura, a tanta velocidad, y tan entrecortadamente que todavía ahora, al
comienzo del tercer milenio, los estamos sintiendo y descubriendo".
Las críticas ilustradas a la Iglesia, pasarán a las
Cortes de Cádiz y a los programas de gobierno de los liberales en el siglo XIX.
Es un hecho que en España, a diferencia de otros
países europeos, el anticlericalismo fue creciendo con el siglo, sin ataques
directos a la fe, ni a los dogmas, ni a los sacramentos, sino a cuestiones que
pretenden denominarse políticas: eliminar el clericalismo, la intromisión de la Iglesia. Cuando,
en realidad, se pretendía encerrar a la Iglesia en la sacristía, o en el
interior de la conciencia
Así
afirma Arbeloa: "Suele tomarse el año 1820 como fecha
símbolo de la entrada en juego de la novísima generación liberal romántica,
algunos de cuyos miembros se habían entrenado en la guerra contra los soldados
napoleónicos y el rey títere José Bonaparte" (p.111).
Nuestro
autor resalta el exilio como fuente de entrada de las ideas liberales en
España: "Los exilios españoles, de unos y otros, fueron durante el siglo XIX
frecuentes y amargos. Pero, en muchos casos, no fueron del todo inútiles. Los
exiliados españoles, de uno y otro color, aprovecharon también su tiempo,
recorriendo Europa, leyendo, estudiando, traduciendo, trabando conocimientos y
amistades con políticos e intelectuales europeos" (p.127).
De
todas formas, aunque las ideas liberales pujaron, tardaron tiempo en calar en
la masa del país. Como señala Arbeoloa, mediante
documentos solventes, en 1843 las masas no estaban secularizadas (p.161).
Un
ejemplo del equilibrio constante en el que se movieron las relaciones
Iglesia-Estado en el XIX fue el Concordato. Así lo recuerda Arbeloa:
"El Concordato de 1851, tan positivo por muchos motivos, nacía con el vicio
original de haber sido obra de un único partido y, si bien, salvaba a la
Iglesia del desmantelamiento total, al que la había llevado la última
legislación progresista, seguía subordinándola por muchos lustros al Estado, al
fugaz y vivaz albedrío de los diferentes gobiernos, hostiles o complacientes,
no solo a causa del Patronato real, sino también como consecuencia de la
pesante, cotidiana, dependencia económica-administrativa" (p.172).
En
definitiva, un ensayo que vale la pena leer con detenimiento, pues muchas de
las cuestiones que se plantearon en la Segunda República
ya están abordadas con toda crudeza en el XIX.
José
Carlos Martín de la Hoz
Víctor Manuel ARBELOA, Clericalismo y
anticlericalismo en España (1767-1930). Una Introducción, ed.
Encuentro, Madrid 2009, 363 pp.