Szentkuthy, (1908-1988) escritor y filósofo existencialista húngaro, es uno de los grandes escritores del siglo XX. Su amplia producción literaria, así como de traducción de obras clásicas, le convierte en una figura ineludible del pensamiento en la Europa del Este.
Este trabajo reúne una serie de pensamientos derivados de sus lecturas de San Agustín, el gran filósofo cristiano del siglo V. Se trata de anotaciones al hilo de la lectura del De Civitate Dei y de otras obras del santo de Hipona.
Tras la primera impresión de superficialidad y de desenfado, el autor muestra su gran sensibilidad e inconformismo con la cultura del siglo XX y, también, con su propia actuación como persona y como pensador.
Evidentemente no encontraremos en este trabajo una exposición clara y ordenada del pensamiento de Miklos Szentkuthy, pero si retazos de su poesía, de sus juicios desgarrados, a veces ennoblecedores y, a veces, conmovedores de su búsqueda sincera de la verdad: perdóname, Dios, perdóname, Agustín, y sobre todo, perdóname, yo, perdonadme la gastada y eterna búsqueda humanista que, moda aquí, vergüenza allá, recorrerá desde luego monótonamente estos apuntes" (25).
El autor dedicará muchas páginas a denostar el pelagianismo, que causó tantos quebraderos de cabeza a Agustín y, en se sentido, muestra su unión con el humano y verdadero Agustín. "Las herejías han proporcionado eternos e insuperables clichés al mecanismo de la mente, a la eterna confusión entre metáfora y verdad" (55).
Asimismo, se detiene en la búsqueda de la verdad que contienen los libros: "La vida quiere la plasticidad, solo puede utilizar y hacer suyas las cosas si las puede asir como el pájaro la ramas con los dedos. Por eso llevamos dentro el asidero o la idea fija del An-sich, que nos confiere la ilusión de una plástica espiritual interna: contribuye a la comodidad o pereza de nuestro pensamiento" (75).
Y añade con fuerza: "Lo malo es que me resulta imposible ser consecuente: por un lado veo vida y pensamiento como uno y, por otro menosprecio un montón de 'pensamientos' por pertenecer meramente a la 'vida'. No obstante, todas las grandes revoluciones del pensamiento están llenas de tales sacudidas" (76).
En efecto, en este trabajo, deja traslucir sus dudas y vacilaciones. Por una parte, la atracción hacia la oración y, de otra, el relativismo egoísta que todo lo quiere contestar (104). Así lo expresa: "soy incapaz de creer en el valor del sufrimiento: hoy he dejado escapar una alegría, he desaprovechado una oportunidad, y así he perdido a un dios, a un infinito, me he desterrado del centro de la vida" (113).
Considerando la fe comentaba: " voy a misa y me siento absolutamente en casa" y añade después: "existe en el hombre, quiera o no quiera, una necesidad metafísica de contemplar las cosas desde arriba, desde fuera, con perspectiva" (114). Respecto a la duda de los escépticos y agnósticos comenta: "no dudan lo suficiente y por eso los deprecio. Y como yo dudo infinitamente me pongo al lado de María. Sé que ni María ni la Iglesia precisan de mis desafíos, lo cual, sin embargo, es secundario, pues yo necesito la Iglesia y no ella a mi" (116).
La última parte es más desgarrada y escéptica: "Dios ha querido que al final aparezcan la gratitud y la felicidad, que al final aparezcan la forma y la composición" (124). "Me siento religioso cuando me elevo por encima de toda la masa de naturaleza y de realidad que me rodea y que fluctúa en mí, como cuando uno sale de una habitación sofocante y se refugia en el frescor y la soledad de un parque; para mí solo es divino cuanto me traslada a una altura fundamentalmente distinta de la realidad, porque estoy harto de la realidad" (162).
José Carlos Martín de la Hoz
Miklos Szentkuthy, Leyendo a Agustín, ed. Subsuelo, Barcelona 2014, 193 pp.