Detrás de una gran novela no solo hay estilo literario y una manera ordenada de contar una historia, hay mucha capacidad de observación, sensibilidad y, por supuesto, cultura, lecturas, conocimiento del hombre, del mundo, de la historia y de la vida.
El novelista mexicano Enrique Serna ha escrito una genealogía de la soberbia intelectual en la que ha expuesto, de una manera sintética, las raíces de su pensamiento, su síntesis cultural y lo que podría denominarse su "composición de lugar".
El tratamiento de la historia cultural de Occidente a lo largo de las páginas de esta genealogía, adolece del tratamiento tanto de la filosofía, teología y literatura, desde los clásicos griegos hasta Descartes. Toda esa franja de siglos es banalizada con unos cuantos lugares comunes. Son muy superficiales tanto sus comentarios sobre el uso del latín (29) como la escolástica (264). Al autor le falta toda la Filosofía y la Teología desde San Agustín hasta el Maestro Francisco de Vitoria. De ahí que ni siquiera Dante le llame la atención. Empalma el pensamiento desde los griegos a Descartes o desde los aztecas a Sor Juana de la Cruz (370).
Por otra parte, no basta con decir que se es descreído para insultar la inteligencia del creyente y tildarlo de ignorante y manipulado. Hay mucha historia en las relaciones entre fe y razón para detenerse. Es significativo que no se refiera a los motivos que a tantas generaciones les llevaban a tener fe, a creer en Dios y buscar construir una sociedad conforme con la dignidad de la persona humana. En los denuestos contra los argumentos de autoridad (112), podría haber dejado un margen para miles de intelectuales cristianos que a lo largo de la historia han creído en la Revelación de Dios al hombre y cuyas vidas han sido fructuosas. Utiliza el mismo método de la Enciclopedia para atacar a la Iglesia Católica; colocarla al nivel de los cultos paganos, como una religión más (125-129).
Desgraciadamente se lee poco y una civilización sin raíces, poco cultivada, tiene muchos riesgos, y como dice el propio Serna: "El lector común es hasta cierto punto virginal, pues todavía cree que la literatura puede ayudarle a entender mejor el mundo en que vive, a conocer las épocas de la historia en que hubiera querido vivir, los misterios del amor, las tortuosas leyes del trato social, los pantanos de la política y los vericuetos infinitos de la condición humana" (112).
Serna aprovecha este trabajo para solventar sus problemas con la crítica literaria, dar su opinión sobre la situación actual de los géneros literarios, sobre la historia contemporánea política y social de México desde la Revolución hasta nuestros días, para hablar de sus autores e incluso para cebarse con los críticos literarios y resolver sus problemas con las editoriales (algo debió de tener con Castalia, cfr. 215-216).
El autor celebra la nueva crítica literaria de los modernos medios de comunicación: "puede ser el camino para que la gente despierte de su letargo y la literatura vuelva a ser un poder autónomo" (111). Esto es verdad siempre y cuando el pacto entre lector y escritor se mantenga. Si no hay rigor intelectual del escritor, será pronto eliminado: no se puede inventar, como hace el autor, una generación como la del siglo de oro español sometida a una Inquisición falseada y en poder de los mecenas (138).
En realidad las únicas cosas que realmente aporta sobre la soberbia intelectual y, en general, sobre la pedantería, su génesis y desarrollo, las saca de oportunas citas tomadas de Ortega y Gasset a quien sigue y, con razón, pues realmente hablo, y mucho, sobre la materia. El libro es duro, demoledor, pero no ofrece veracidad en sus construcciones, por lo que no es parte de la solución: "El antídoto contra la soberbia del intelecto y su consecuencia directa, la muerte del espíritu, es recuperar el sentimiento comunitario y extenderlo, si es posible, más allá de las fronteras nacionales que le impuso Herder" (389).
José Carlos Martin de la Hoz
Enrique Serna, Genealogía de la soberbia intelectual, ed. Taurus, Madrid 2014, 402 pp.