El Papa Francisco en la alocución del Lunes de Pascua en la Plaza de San Pedro, se refirió en varios momentos a la expresión tan frecuente de la Iglesia en estos días: Jesús ha resucitado. De ese modo, recordaba el Papa que repitiendo esa expresión, metiéndola en el corazón, tendremos seguridad en nuestra vida espiritual. También animaba a los cristianos a releer las páginas del Nuevo Testamento que narran la Resurrección.
Son muchos los textos históricos que avalan esa expresión litúrgica y muestran la naturalidad con la que los primeros cristianos vivieron la Resurrección el Señor. En ese sentido, es muy importante estudiar, estar al día de las nuevas publicaciones que se van realizando, también en otras lenguas, para descubrir las luces a las que los investigadores van llegando en sus trabajos. Asimismo, conviene regresar sobre los estudios de los grandes maestros que han realizado síntesis que todavía son insuperables. Un ejemplo es la obra del gran historiador alemán Schweizer: "Se da por descontado el hecho de que Mateo y Lucas habrían tenido presente el Evangelio de Marcos como el más antiguo, y habrían utilizado una colección de dichos de Jesús, comúnmente denominada Q. Pienso, sin embargo, que este esquema es demasiado simple. No tengo duda, por ejemplo, que también la tradición oral de la comunidad habría ejercido su influjo en muchos casos. Además, creo que por el momento la teoría de las dos fuentes explica los hechos mucho mejor y sobre todo con mucha mayor sencillez que todas las nuevas hipótesis que he tenido la ocasión de estudiar" (15).
Y, hablando de la Resurrección, decía: "No hay duda que desde el principio se ha considerado al resucitado como aquel que determinaba la vida de la comunidad ya sobre la tierra" (22). En concreto el Resucitado les dice que permanezcan en Jerusalén para la venida del Espíritu Santo.
Quien les había llamado a su seguimiento continuaba llamando a nuevos discípulos. Además, como había calmado la tempestad en el lago podría calmar sus miedos en el futuro. Fortalecidos desde lo alto dirá, a comienzos del siglo II, San Justino: "doce hombres partieron de Jerusalén a la conquista del mundo". También ellos harían milagros en el nombre del Señor.
Ser testigos de la Resurrección era motivo de autoridad moral en la comunidad cristiana: "Los doce gozaban de una decisiva autoridad, como los primeros testigos de la resurrección de Jesús" (30). La autoridad de Pedro era clara, era l primero al que se le apareció: "reinaba el orden, pero era el poder de la Palabra y la acción que decida escuchar un miembro a de la comunidad a escuchar y aceptar su ministerio. No sucedía lo contrario, vale decir que la asignación de un ministerio confiere a alguno el poder" (30).
Así pues, para los primeros cristianos "la experiencia fundamental era el encuentro del Resucitado con los discípulos (1, Cor 15, 5-7). Les liberaba del pasado, del núcleo de toda fe y de la deserción en la hora decisiva que no había consecuencias: animaba al futuro, porque fue intensa, sino tanto como al principio, al menos como preanuncio del advenimiento futuro" (62). Y terminaba afirmando: "La comunidad cuando se reúne, vive del don de Dios que es la verdad determinante de todo" (71).
En la segunda parte de esta obra clásica que estamos citando, el profesor Alejandro Diez Macho de la Universidad Complutense abordaba el judaísmo intra testamentario para iluminar el Nuevo Testamento, "mucha literatura cristiana primitiva porta la impronta del pensamiento judío" (97). Evidentemente las diferencias con los escritos del Qumram son claras: "Jesús predica y exige el amor y el perdón de los enemigos. En el Qumram vige el odio de los enemigos, de los hija de la luz" (102).
Al hilo de las palabras del Papa Francisco con las que comenzamos estas líneas, decía Diez Macho: "Los primeros cristianos, antes de ser tales, eran judíos que frecuentaban la sinagoga cada sábado. La mayoría de ellos eran analfabetos, pero conocían bien la Escritura" (115).
José Carlos Martín de la Hoz
E. Schweizer- A. Díez Macho, La chiesa primitiva. Ambiente, organizzazione e culto, Paideia editrice Brescia, Brescia 1980, 158 pp.