El historiador de las ideas y especialista en la filosofía del romanticismo alemán, el inglés Isaiah Berlín, está gozando en nuestro tiempo una época de esplendor pues, en pocos años, sus obras están siendo reeditadas y estudiadas.
Como es conocido, a la gran capacidad de síntesis y discernimiento del pensamiento de Berlín, no le acompañaba la seguridad personal; más bien era reticente a publicar y dar textos perfilados a la imprenta, de ahí que las obras que están siendo publicadas, sean recopilaciones de conferencias dictadas o retransmitidas en diversos medios de comunicación. Para confirmarlo basta con citar una de sus cartas, en la que escribía: "las ponencias son, por supuesto, una agonía. Me siento como si gritara frases sin sentido a un público ligeramente perceptible, medio oscurecido; antes de empezar me siento aterrado, histérico durante la conferencia y avergonzado después" (XXIX).
El hecho expuesto no es obstáculo para encontrarnos con su pensamiento, sino que, al contrario, da pie a conocer la opinión de sus discípulos más allegados que, junto a los textos, nos han proporcionado sus comentarios, lo que hace más inteligible el texto.
La obra que ahora comentamos provienen de unas conferencias dictadas por el académico Isaiah Berlín en 1952, en las que muestra como el la revolución francesa y el romanticismo alemán del XIX fueron crisol de las ideas políticas y sociales hasta nuestros días. El objetivo lo subrayaba el propio Berlín en el prólogo de las conferencias: "Aún hoy, los fascistas y los comunistas, los imperialistas y los partidarios del totalitarismo, los republicanos liberales y los defensores de las monarquías constitucionales no solo hablan el idioma de Burke sino el de Hegel". Es decir, los conceptos políticos surgidos en las postrimerías del siglo XVIII y comienzos del XIX siguen dando forma a los debates políticos y sociales.
En primer lugar se plantea el problema de la autoridad y la obediencia. En una época en la que estaba oscurecido el principio de la ley natural, era capital asentar las bases de la convivencia social. No, sin cierta ironía inglesa, comentaba: "Sin autoridad es imposible gobernar a los hombres. El perpetuo cuestionamiento sobre las razones de las cosas, las excavaciones en busca de basamentos, advertir qué es lo que sostiene a un edificio, no puede sino destruirlo" (11).
Enseguida añadirá: "Solo la antigua sabiduría de la raza o de la Iglesia, la única por la cual habla Dios, pueden asegurar las bases para una vida que, en el mejor de los casos, seguirá siendo dolorosa, precaria y estará cubierta por el velo decía ignorancia; tan solo la obediencia ciega del sujeto, el abnegado deber de los mandatarios, solo esto puede salvar a la sociedad de la destrucción total" (12). Esta afirmación, no deja de contener un extendido error, pues si no hay equilibrio entre fe y razón, no hay cristianismo verdadero: “Las controversias actuales, tanto morales como políticas, reflejan el choque de valores que la revolución romántica inició" (15).
Enseguida recordará que en la ilustración se intenta lograr que al igual que hay leyes en la física o en la economía hay "así también una ciencia natural sobre cómo vivir, igualmente válida para los individuos y los grupos" (75). Y, añade a continuación " los hombres deben mantener su voluntad y, al mismo tiempo, obedecer a la autoridad que les pide hacer lo correcto, pero ¿cómo lograrlo? Solo existe una manera: Rousseau encontró el misterioso punto único en que ambas escalas de valor se intersectan. Los hombres desean libremente aquello que les conviene desear y que debe ser lo mismo para todos los hombres justos" (135).
El estudio de cómo esas ideas van perfilándose en el pensamiento de Kant, Hegel, Vico y Herder, proporciona muchas pistas para entender el mundo contemporáneo. En suma, un libro que vale la pena leer.
José Carlos Martín de la Hoz
Isaiah Berlín, Las ideas políticas en la era romántica. Surgimiento e influencia en el pensamiento moderno, ed. Fondo de cultura económica, México 2014, 375 pp.