Todavía recuerdo con agrado las largas conversaciones con el catedrático de filosofía de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona Eugenio Trías (1942-2013) uno de los grandes filósofos creativos españoles del siglo XX.
En nuestras conversaciones sobre el problema del límite, su gran aportación al quehacer filosófico, se llegaba a muchas cosas; al símbolo, a la metafísica, al arte y a la convivencia entre los hombres. Saliendo del aspecto filosófico y llegando al terreno de la teología espiritual, se podría decir que el cristiano cuando toma conciencia de la llamada a la santidad y comienza un camino de oración vive en el limes, en el límite entre lo humano y lo sobrenatural, tocando las realidades temporales y con el anhelo de ofrecerlas a Dios vivir vida sobrenatural en la intimidad y complicidad con Dios, pues el alma es participación de la naturaleza divina. Cuando llegábamos a este punto él se sonreía socarronamente.
Lógicamente, las conversaciones no era siempre tan elevadas, pero sí eran intensas, sobre todo cuando hablábamos de sus pasiones: la música y el cine. De la pasión por la política, solíamos salir pronto, pues su corazón se aceleraba en exceso.
Los que tuvimos la suerte de tratarle, recordaremos siempre su buen humor y simpatía. Su amplia cultura y conocimiento de la filosofía, especialmente de la cultura Alemana. Y, sobre todo, ardiente defensor de la concepción de la música con matriz romántica. Era un catalán universal.
Trias merecería estar entre los grandes del siglo XX pues su obra se ha vendido y leído mucho, pero ha sido todavía poco estudiada en los ámbitos universitarios, tanto por la novedad como por los enigmas que encierra, aunque desde mediados de los ochenta no ha dejado de estar presente en el panorama filosófico español.
El último número de la revista Estudios filosóficos, publicación del Instituto Superior de Filosofía de Valladolid, donde colaboran tantos profesores de Salamanca como de Valladolid, recoge varios artículos sobre la filosofía del límite de Eugenio Trias en la perspectiva de la lógica y la ética.
Como nos recuerda Gerar Vilar, para Trias "arte y filosofía tenían el mismo rango, aunque difirieran como modos de conocimiento" (11). Y añade: "en este sentido, la estética ocupaba en su filosofía un lugar privilegiado, probablemente, más de lo que reconoce la arquitectónica de su filosofía del límite, algo que merecería ser investigado con detenimiento, aunque en más de una ocasión lo reconociera" (11).
Y resume la clave filosófica del límite: "el ser humano es un ser de frontera, un ser que se mueve siempre en sus límites, pero estos son siempre históricos y contingentes, a diferencia de lo que pensaba Kant o el primer Wittgenstein. Los límites de la razón y del conocimiento no están trazados de antemano y para siempre. No sabemos lo que somos capaces de conocer. Los límites de lo que somos no están definidos, así que la ciudad ideal tampoco podrá jamás definirse de una vez por todas. Y ahí el arte y la filosofía tienen un papel importante, porque pueden contribuir decisivamente, y de hecho contribuyen, a la redefinición permanente del ser humano y de la ciudad ideal" (13).
Así pues, Villar nos recuerda que "una de las metáforas más sugerentes del pensamiento de Trias sobre el límite es su afirmación de que éste no es opaco sino que tiene algún grado de transparencia" (13). Una creación que permite entender que "el mundo entendido como inclusión de los tres mundos de Trias (el mundo a secas, el mundo de la vida y el mundo subjetivo) está en permanente modificación en sus elementos y en su extensión. El mundo crece y se modifica también por sus bordes. Los límites de lo visible y lo experimentable, de lo pensable y de lo decible, están siempre alterándose gracias a las artes, aunque no solo a ellas" (14).
José Carlos Martín de la Hoz
Estudios filosóficos (2015), vol. 64, ed. San Esteban, Salamanca 2015, 205 pp.
Eugenio Trias, El hilo de la verdad, ed. Destino, Barcelona 2004.