El profesor Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca, es uno de los grandes exégetas actuales. En esta ocasión, nos ofrece sus reflexiones sobre el Evangelio de San Marcos y, en concreto, sobre el discipulado de Jesús.
Sus someros, pero profundos, comentarios sobre las llamadas que Jesús realiza a sus apóstoles, a lo largo de los tres años que convivieron juntos, desgranan las diversas etapas de los primeros cristianos, pero también sirven para plantear a los cristianos de hoy interesantes interrogantes sobre su personal seguimiento de Jesucristo.
El autor maneja la bibliografía más reciente y aprovecha sus conocimientos largamente sopesados para enlazarlos con pensamientos novedosos y bien trabados. Se atiene a criterios exegéticos sin entrar a cuestiones ascéticas, pastorales o de vida espiritual. El texto de Marcos que aporta al final de la obra recoge junto a su traducción sus interpretaciones.
Desde el comienzo el profesor Guijarro nos recuerda que corresponder a la llamada divina de Jesús era pertenecer a su familia, convivir con él, entrar en comunión de vida y amor. La definición de los discípulos, por tanto, es la relación: "en el origen de la vida de los discípulos hay una invitación a ir detrás de Él o a estar con Él. Ser discípulo no es otra cosa que traducir en gestos y actitudes concretas esta invitación inicial" (14).
Enseguida nos recuerda que "Seguir a Jesús no es algo sencillo, pues no está claro quiénes son los auténticos discípulos de Jesús, ni tampoco que haya una sola forma de seguirle. Por eso, tarde o temprano el lector tendrá que despojarse de su propia idea de lo que significa ser discípulo de Jesús, o mejor, deberá estar dispuesto a modificarla como resultado de la propuesta que en el relato se le hace" (15).
La primera llamada a los apóstoles es a su seguimiento (Mc 1,17; 2,14) y la segunda a ponerse detrás de Jesús en su camino hacia la cruz (Mc 8,33): "La respuesta a esta segunda llamada exige también un radical conversión; en este caso, sin embargo, dicha conversión no conlleva solo una renuncia externa, sino algo mucho más difícil; negarse a sí mismo, aceptando perder la propia vida, como Jesús, para ganarla (Mc 8, 34-37; 19,45). Esta segunda llamada no anula la primera, sino que la profundiza invitando a un seguimiento más cercano" (29).
Poco después, añadirá que la llamada es personal, pero el seguimiento será comunitario (45), y el envío al mundo entero a predicar el Evangelio, volverá a ser personal (47).
Evidentemente, el discipulado conlleva la renuncia: "Si en la primera llamada el seguimiento de Jesús les exigió ante todo una ruptura con la propia familia, en esta segunda tendrán que renunciar a ellos mismos; perder la propia vida para ganarla" (64).
Aceptar el camino de la Redención fue para los discípulos algo difícil de entender, pues Jesús revela a sus discípulos que su camino hacia la cruz responde al plan de Dios (Mc 8,31): "No se haga mi voluntad sino la tuya (Mc 14,36)". Y añade: "para seguir a Jesús es preciso acompañarle en esta oración que brota de su especial relación con el Padre. Esta es la única forma de entrar en la lógica de Dios y de asumir su proyecto. El hijo no hace su voluntad, sino la de su padre. Esto es lo que Jesús quería decir cuando les explico que para ir detrás de él era necesario renunciar a si mismos y perder la propia vida para ganarla" (123).
Finalmente nos recordará que "El relato de Marcos es capaz de interpelar también a los lectores de hoy y entablar con ellos un diálogo. Para que este diálogo se produzca, es necesario que el lector deje hablar al relato, haciendo el esfuerzo de entenderlo en sus propios términos" (131).
José Carlos Martín de la Hoz
Santiago Guijarro, El camino del discípulo, ed. Sígueme, Salamanca 2015, 173 pp.