El dominico Albert Nolan, nos invita desde Sudáfrica, donde desarrolla su magisterio, a renovar nuestro conocimiento de Jesucristo a través del estudio de la Escritura y de la Tradición, para alcanzar el núcleo de su mensaje: la profunda unión de Jesús con Dios Padre y su doctrina salvadora.
La obra está travesada por un profundo y constante sentido del agradecimiento por la fe recibida y, por tanto, por la posibilidad de conocer y amar a Cristo vivo. La vida interior del cristiano "es la obra de un Dios cálido, tierno e íntimo" (151). Por tanto: "Ser santos es vivir movido por la gratitud" (154). Y añade: "Lo que necesitamos es hacer continúa y diariamente oraciones de acciones de gracias" (154).
De esta convicción nace la fuerza de su pensamiento: "Jesús tomo a Dios en serio y nos desafía a nosotros a hacer lo mismo. Jesús no es amigo de las medias tintas ni de la mediocridad" (183). Así pues, los místicos no eran personas raras o extravagantes, sino profundamente coherentes: "Personas que se han tomado a Dios en serio" (35).
Así pues Nolan insistirá en que forjemos un corazón agradecido y misericordioso: "Por encima de todo debemos adiestrarnos en el arte de perdonar. Mi propuesta es que aprendamos a tomar a Jesús en serio. Eso llevará a tomarnos en serio nuestro tiempo" (21).
Respecto al Jesús histórico señala que: "tenemos pruebas más que suficientes que nos permiten leer el evangelio y describir de forma general la espiritualidad de Jesús" (23). A lo que añade que es clave descubrir que Jesús es contemporáneo de cada uno de nosotros. Para Nolan, el hambre de espiritualidad es ansia de Dios (33).
Asimismo señala que "Jesús se resistió extraordinariamente a hablar de sí mismo como Mesías. Y disuadió a sus discípulos de decírselo a la gente, porque él no era un Mesías en el sentido en que la mayoría de las personas entendían ese concepto (Mt 16,29). No era el vencedor sino la víctima.
Jesús fue, ante todo, un contemplativo" (102). Hablo sobre Dios como su abbá (105). Y "Jesús reconoció en los niños, y más aún en los bebes, la confianza total e incondicional que él tenía en Dios, en su Padre abbá" (163). "Dios es nuestro Padre íntimo y amoroso" (228).
Nolan nos recordará las palabras de la doctora de la Iglesia Hildegarda de Bingen (1099-1179), que escuchó decir a Dios: "Soy la brisa que nutre todas las cosas...Soy la lluvia del rocío que hace que la hierba se regocije con la alegría de la vida" (230).
De esa convicción brota una confianza absoluta en Dios: "La base de la libertad radical es la confianza. Nos hacemos libres a medida que aprendemos a apreciar el amor que Dios nos tiene, que nos lleva a entregarnos y a poner nuestra confianza en Dios (...). La confianza en Dios nos permite tener una mentalidad abierta y audaz, ser libres para explorar avenidas de pensamiento nuevas" (234). Por tanto el cristiano, todo cristiano, está llamado a la Verdad y a la esperanza de vivir en compañía con Jesús: "Podemos remontar el vuelo, podemos volar, pero no solos" (239).
Respecto a la vida social nos recordará que: "Jesús habló sobre el bien común como la voluntad de Dios. Dios quiere lo mejor para nosotros y para el universo entero. No había conflicto entre lo que Jesús quería y lo que quería Dios. Esta es la verdadera libertad" (242).
En las últimas páginas volverá sobre la gratitud a Dios en cada paso de nuestra vida: "El mejor modo de concebir la gracia o el don gratuito de Dios es verla como el privilegio de participar" (244).
José Carlos Martín de la Hoz
Albert Nolan, Jesús, hoy. Una espiritualidad de la libertad radical, ed. Sal Terrae, Santander 2007, 263 pp.