El libro sigue la estructura y el método del Informe sobre la fe, elaborado por el periodista Vittorio Messori a finales de los años ochenta, en esta misma editorial y formato; eso sí, con la presencia y la palabra del cardenal Joseph Ratzinger, entonces cardenal prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe.
En este caso, es el actual prefecto, cardenal Müller, cuando lleva cuatro años al frente del mismo dicasterio romano. En este caso, las preguntas versan más sobre las raíces del problema y sobre las propuestas de futuro: constituyen una apuesta por la esperanza, como es el Pontificado del Papa Francisco, repleto de ilusiones y de "una Iglesia en salida".
Es importante la claridad con la que Müller asienta las bases: "Los católicos no comprendemos al modo platónico la presencia sacramental encarnada entre nosotros, es decir, como si esperando un futuro ideal, nos tuviésemos que contentar con unos simples signos que lo anuncian. No: en los sacramentos, signos eficaces de la Gracia, se nos ha dado ya el tesoro, la totalidad. Esto es algo radical y nuevo" (20). Y, añade: "Esta divinización que experimentamos al amar y ser amados nunca anula nuestra dimensión humana: es por ello un "admirable intercambio" (S. Ireneo, ad.her. V, 8,1)" (33).
Para Müller la clave, lógicamente, es el Espíritu Santo: "El Espíritu Santo nos abre los ojos para poder ver al hombre que sufre y que padece físicamente y espiritualmente. El Espíritu Santo permite incluso mirarnos a nosotros mismos con misericordia, pues en sí, es la expresión del amor de Dios. El Espíritu Santo nos descubre el modo de hacer de Dios" (33). De ahí que: "Somos el amor que recibimos y el amor que somos capaces de dar" (39).
En la línea de la solución a los problemas señalará: "Dice Santo Tomás que Cristo no nos dejó nada escrito de su puño y letra, pues prefirió otra forma de transmisión: formar discípulos. A estos les entregó su presencia viva en los sacramentos para que la transmitieran con el testimonio de sus propias vidas" (64). Por tanto, las claves para superar la crisis. "por una parte, la vivencia seria y exigente de la vida religiosa y del sacerdocio; por otra, la formación de los jóvenes en la gratuidad, en el núcleo de familias fuertes, reconociendo a estas su derecho originario a la educación" (122).
Respecto a las causas de la crisis: "Según mi modesto parecer, el punto de arranque de la gran crisis de fe que llegó al Concilio Vaticano II es esta concepción radicalmente autosuficiente y autónoma del hombre. Una crisis de fe, que, sobre todo, ha sido una profunda crisis de esperanza cristiana. Por eso prefiero hablar de una crisis preconciliar" 8116).
A lo que añadirá en las páginas finales sobre el año jubilar: "Esta compasión es buena y loable, pero la misericordia de dios va más allá: su misericordia es un 'admirable intercambio', Él nos llama a participar en su amor que, en sí, es fuerza y dinamismo plenamente activo. La misericordia de Dios no se agota en que Él se identifica con nuestro padecimiento, sino que nos trasforma de verdad, nos hace criaturas nuevas, capaces de amar con su mismo amor" (227).
José Carlos Martín de la Hoz
Gerhard cardenal Müller, Informe sobre la esperanza, ed. BAC, Madrid 2016, 238 pp