Pensar y no caer

 

Ramón Andrés, especialista en historia y teoría de la música, se ha convertido en uno de los autores más apreciados en el conjunto de la literatura de ensayo actual. Como se dice en la introducción a este trabajo; un poema, una pieza musical, una película o un paseo, pueden convertirse en los ojos y en la pluma de Ramón Andrés en motivo de una intensa reflexión y evocación. Necesitamos autores que estimulen la búsqueda de lo singular, que nos enseñen a captar la realidad con sensibilidad. Aprender a tener una mirada sutil, paciente y penetrante. A saber detenerse en la vida cotidiana y proponernos temas para la profundización y la reflexión personal.

Hay prisa, demasiada prisa, en nuestra sociedad. En cambio, tenemos todas las condiciones y el acceso a la cultura y a compartir nuestras vidas con nuestros amigos, familiares, vecinos y compañeros. Jamás ha habido tanta comunicación y tanto aislamiento a la vez.

Vale la pena seguir las observaciones de Ramón Andrés en su estilo sencillo y comunicador, por ejemplo, sobre el pan: "Un sacrificio, un empeño. Las religiones vieron en su elaboración un ciclo de nacimiento y de muerte, una continuada resurrección, un camino adelantado en la oscuridad del surco iluminado luego por el asomo de la espiga; y después la hoz, las manos, la paciencia, la boca. De nuevo la tierra. Es la rueda de lo sagrado. Bajo tal certidumbre, había lugares en los que el pan no se cortaba, antes bien, se partía con las manos. Se hacía extraño verlo vuelto del revés, rara la mesa. Jesús nació en la casa del pan, que es lo que significa Beith-lehem" (9)

Compañero, compartir el pan: "La historia del pan, es una historia social, o mejor cabría decir una historia moral, una crónica de lo que debería ser la equidad, pero sobre todo, un relato del mundo y de su hambre, un emblema no de la abundancia sino de la pobreza" (13).

Y detenerse en unas interesantes y exhaustivas consideraciones sobre la calumnia. Pues Ramón Andrés afirma que: "Todos, alguna vez, hemos sido calumniados. Es tan común, tanta su costumbre, que no sabríamos desenvolvernos sin ella. La difamación parece tener la potestad de construir una realidad d perversos equívocos. La pasión de juzgar al prójimo subyuga. Causa disgusto que los demás vivan despreocupados, sin dar cuenta de sus actos a nadie. Se envidian demasiado las casas solitarias, las que están en la colina"(159). Denigrar es ensombrecer. "la envidia es un mal que resulta imposible de combatir. Es el causante de este deseo de fulminar a quien, sea o no por méritos, nos aventaja" (160). Y añade: "Diablo significa en griego, literalmente, el que tira en direcciones contrarias, el que desune, y por eso se aplicaba al calumniador" (161). Y afirma: "Nadie más engañoso y solapado que quien apela a la sinceridad para persuadirnos" (162). Por eso aconsejaba Erasmo: "Guardar silencio, no juzgar, que todo trascurra sin interposición de nuestra voluntad, dejar en paz al prójimo y a uno mismo. No dar pie al remordimiento, no condicionar, ayuda a esquivar las dobleces" (Elogio de la locura) (174-175).

José Carlos Martín de la Hoz

Ramón Andrés, Pensar y no caer, ed. Acantilado, Barcelona 2016, 220 pp.