La visión cristiana del sufrimiento

 

El profesor y filósofo alemán Robert Spaemann en su obra titulada “sobre el rumor de Dios” desarrolla diversas facetas acerca del diálogo entre fe y razón en la posmodernidad. Y, entre otras cuestiones,  detiene a considerar el problema del sufrimiento. Vamos también nosotros ahora, de la mano de tan ilustre pensador a repasar con calma la argumentación aportada acerca de este misterio tan corriente y habitual del dolor.

El filósofo alemán (1927), ya en el ocaso de su carrera intelectual, y en la plenitud de la sabiduría, empieza recordando la liturgia en lengua alemana del día de todos los Santos, cuando se exclama en la celebración solemne de la eucaristía, que la Iglesia se encuentra asentada en un valle de lágrimas.

No es extraña esa oración, sino todo lo contrario, es antigua y ha sido reiterada en muchos lugares del orbe católico. Basta con recordar el canto de la salve Regina recitada en Occidente desde San Bernardo y llevada por los misioneros a los confines de la tierra, pues ahí también se habla del valle de lágrimas y se recuerda la realidad del dolor y del sufrimiento en esta vida terrena (190).

Enseguida, nuestro maestro se refiere a las exclamaciones de Adorno y otros filósofos contemporáneos a la tragedia nazi contra los judíos y a la Segunda Guerra Mundial: “después de Auschwitz ya no es posible la poesía” (191), como si desde entonces solo hubiera lugar al pesimismo.

Inmediatamente, nos recuerda Spaemann con palabras de San Pablo que para los que aman a Dios “omnia cooperantur in bonum”, es decir que Dios de grandes males acaba sacando grandes bienes,  y que todo lo que sucede es querido o permitido por Dios y por tanto, que las puertas del infierno no prevalecerán. También, nos recuerda que el mal es ausencia de un bien debido y que el demonio, como padre de la mentira, solo busca nuestra pecado y desesperación: “El cristianismo nos enseña que la salvación del mundo llega por el sufrimiento del hijo de Dios, y que nosotros participamos de ella únicamente a través del sufrimiento propio. Y por otro lado nos enseña que el hombre finalmente será juzgado por lo que haya hecho para mitigar el sufrimiento” (192).

A lo que añade que Jesucristo, el Redentor carga con los pecados de los hombres: “En efecto, el sufrimiento es, desde luego, contrario a la naturaleza. Más en el sufrimiento el mal produce, por así decirlo su propio antídoto. Ese antídoto puede ayudar a quien está infectado por el veneno (...). El poder del sufrimiento sustitutorio es el misterio más profundo del cristianismo” (198-199). Finalmente, después de citar la afirmación de Anaximandro “con la penitencia rinden cuenta de la injusticia” (200), terminará su discurso con estas consoladoras palabras: “El círculo cerrado de la justicia se ha roto por un nuevo símbolo, el de la Cruz, el símbolo del sufrimiento aceptado, el símbolo del perdón, de la salvación del amor” (201).

José Carlos Martín de la Hoz

Robert Spaemann, El rumor inmortal. La cuestión sobre Dios y la ilusión de la modernidad, ed. Palabra, Madrid 2017, 234 pp.