Hace unos meses recordaba Ricardo García Cárcel, historiador de la Inquisición, y catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona, que en este año de 2107, celebramos tres grandes centenarios: el primero de septiembre de 1517, cuando desembarcó en las costas del cantábrico el futuro rey Carlos V, realmente se habían dado tantos sucesos para que el hijo de Felipe y Juana se convirtiera en rey de Castilla y Aragón, así como en emperador de Alemania, que lógicamente, esta providencia de Dios será invocada repetidamente a lo largo de aquellos años para pedirle que impulsara la celebración del concilio de Trento, ciudad imperial y cercana a Roma, para llevar a cabo, la ansiada reforma de la Iglesia y la renovación de la teología católica.
En segundo lugar, el 31 de octubre con la colocación de las 95 tesis en Wittenberg, con las que Lutero comienza su provocadora reforma de la Iglesia, que acabó reformando la fe y produciendo un desgarro del que todavía seguimos doliéndonos.
Finalmente, el 8 de noviembre celebramos el V Centenario de la muerte del Cardenal Arzobispo de Toledo, Cisneros, dos veces regente de España, y lo que nos interesa ahora en esta mesa redonda, impulsor junto con la reina Isabel de la reforma de las ordenes y congregaciones religiosas en España.
Efectivamente el cardenal arzobispo de Toledo asumió el cargo de reformador de las órdenes y congregaciones masculinas del Reino de Castilla y la Reina la de las órdenes y congregaciones femeninas. Comenzaron las visitas, los informes, las medidas disciplinares, principalmente económicas y al cabo de unos años se había producido la transformación.
Seguidamente se acometió la reforma del clero secular, para lo cual era fundamental la reforma de los colegios universitarios para el clero diocesano, las escuelas catedrales y, con ello, levantar el nivel espiritual y humano que se requería.
En ese clima, donde se entiende las dos grandes aventuras del cardenal Cisneros; la creación de la Universidad de Alcalá de Henares y la Biblia Políglota que reunió a los filólogos, exegetas y Biblístas de comienzos del siglo XVI en Alcalá de Henares.
La reforma de la Teología, como recordaban los humanistas, Moro, Vives y Erasmo debía empezar ad fontes, volviendo a las fuentes: al estudio y meditación de la Escritura, Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia y los grandes comentarios de la Escritura, de los que estaban más cerca del origen, y de los Concilios, magisterio y teólogos.
Ese clima propiciará que Domingo de Soto después de estudiar en Alcalá y ser profesor de Sumulas marche a Paris y regrese decidido a apoyar a Francisco de Vitoria en Salamanca en la reforma de la teología merced al humanismo, ad fontes, la teología tomista renovada y aplicada a la actualidad y por tanto a la unidad de la fe.
Esa es la clave del Concilio de Trento que Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza como teólogos imperiales de Carlos V propiciaron: medidas disciplinares; los seminarios que tienen su base en los colegios mayores eclesiásticos españoles, los obispos que vivan en su sede como Hernando de Talavera, y la renovación de la teología como el Tratado de natura et gratia de Soto, base del decreto sobre la Justificación´.
Recordemos que este centenario de Cisneros es importante y, por eso, dentro de la colección de biografías de españoles eminentes impulsada por la Fundación Juan March y editada por Taurus, le llegó el turno al eminente cardenal Francisco Jiménez de Cisneros. De la mano del hispanista francés Joseph Pérez. En esa obra tenemos la oportunidad de meditar sobre la vida del espiritual franciscano, confesor de la Reina Isabel, cardenal arzobispo de Toledo, Inquisidor General y Regente de Castilla. Se trata, en definitiva, de una de las personalidades clave del tránsito de la España medieval al estado moderno, de los Reyes Católicos a Carlos V.
José Carlos Martín de la Hoz
Joseph Pérez, Cisneros, el cardenal de España, ed. Taurus, Madrid 2014, 368 pp.