La fe cristiana ha sobrevivido, por la gracia de Dios, a la mayor de las pruebas y dificultades: el paso del tiempo. De hecho, la existencia cristiana y la identidad de credo con los primeros cristianos, después de XX siglos es una prueba de la solidez de nuestra fe.
Una fe que se desarrolla en el mundo y que, asimismo, ha superado el riesgo de mundanizarse tantas veces a lo largo de la historia, como desarrolla el profesor de la Universidad de Claremont en California, Ingolf U. Dalferth, dentro de un trabajo más amplio, sobre trascendencia y mundo secular, editado y traducido recientemente al castellano.
En primer lugar, nos recuerda que creer es confiar en Dios, por ejemplo, “Leibniz no propagó el optimismo respecto del mundo (el mejor de los posibles) porque sucumbiera a la ilusión de que podemos explicar todo a la perfección, sino, al contrario, porque sabía que no podemos ni necesitamos explicarlo todo; antes bien, podemos dejar eso confiadamente a Dios” (69).
Además, la seguridad de nuestra fe es que se fundamenta en Jesucristo el Verbo encarnado, que es central y capital: “Desde el «verbum aeternum» (segunda persona de la Santísima Trinidad) hasta el «verbum externum» (predicación del Evangelio) y el «verbum internum» (certeza de la verdad suscitada por el Evangelio), pasando por el «verbum personale» (Jesucristo) y el «verbum efficax» de la homilía y los sacramentos. Todos estos «verba» no designan acontecimientos distintos, considerables por separado, sino aspectos del único acontecer de la única «Palabra de Dios», desplegada, por consiguiente, como un acontecimiento singular de dimensión universal” (91).
Así pues, la vida de oración, de conversación con Jesucristo, es la clave de la vida cristiana, es volver sobre lo visto y oído, lo importante no es el recuerdo sino “el acontecimiento que es recordado” (97).
Es interesante, que nos recuerdo nuestro autor la importancia de la memoria cristiana, la necesidad de volver a recordar las grandes cuestiones de nuestra vida y de nuestra fe. La cita de Hegel que hace el profesor Dalferth viene al caso: “En Suabia se dice, cuando algo ha sucedido hace mucho: «ha pasado ya tanto tiempo que casi no es verdad». Del mismo modo, ha pasado tanto tiempo desde que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados que ya casi no es verdad»” (251). Esta es la cuestión: Cristo vive hoy, sigue presente en nuestras vidas y en los acontecimientos y sigue iluminando nuestra existencia.
A lo que habría que añadir a nuestro autor, que la renovación incruenta del sacrificio del calvario en la Santa Misa que se celebra en nuestros altares, hace revivir precisamente la memoria y la realidad de la redención.
Es más, “se puede llevar una vida secular porque se es creyente y se rechaza la superstición” (270), precisamente porque el mundo ha salido de las manos de Dios y con El caminamos. De ahí que es importante recordar que hemos de esforzarnos por identificarnos con Cristo (285).
Con esas ideas de la trascendencia y cercanía de Dios, termina su trabajo el profesor Dalferth: “Este presente trasciende al mundo, el tiempo, la vida. Orientarse a él significa orientarse a aquello sin lo cual nada podría ser presente, pasado o futuro, ni siquiera en un mundo secular”
José Carlos Martín de la Hoz
Ingolf U. Dalferth, Trascendencia y mundo secular, ed. Sígueme, Salamanca 2017, 300 pp.