Los recientes acontecimientos de la vida política de nuestro país, nos están haciendo reflexionar acerca de la importancia del sincero diálogo y de la necesidad de buscar la verdad y de ser consecuentes con ella. Asimismo, es también muy importante el acceso al verdadero conocimiento y a la información, para poder llegar a una opinión fundada, independientemente de las visiones deformadas que se nos pueda ofrecer de los mismos hechos.

Precisamente, en el discurso final del profesor Adolphe Gesché (1928-2003), ante el claustro y alumnos de la Universidad de Lovaina, desarrollaba con gran lucidez la importancia de volver en nuestra sociedad actual al debate de las relaciones entre verdad y libertad.

Esta cuestión es clave en orden a afrontar los desafíos de este siglo que apenas hemos comenzado, pero que promete ser de mucho calado, pues habíamos dejado muchas cosas para cuando terminara la crisis económica.

La primera cuestión de ese debate, y es importante recordarlo, está en el fundamento del ser y del obrar moral y político, y por tanto la cuestión de la trascendencia y el relativismo: “El exceso que incorpora la idea de Dios en el pensar, ayuda a que el ser humano pueda descifrarse desde una Alteridad a la que él mismo remite desde su origen” (9). Por eso añade nuestro autor: “Para el teólogo comienza una época que no es buena, pero es grande. No es buena, porque ya no hay evidencias. Pero si grande, porque hay una expectativa y un reto que deberían alentar a quien se siente llamado a prestar este servicio a la humanidad” (13).

El objetivo de la Teología en este tiempo del olvido de Dios y, a la vez, del rumor del regreso de Dios, es lograr que: “las palabras de la fe vuelvan a ser inteligibles” (15). El regreso a la teología y a la filosofía nos devuelve a la búsqueda de la verdad fundada y al fundamento de la convivencia; es decir, el bien común, la solidaridad, la justicia, la ley y la dignidad de la persona humana.

Hace falta pues una conversión, también para escuchar a los demás, y hacerse cargo de lo que necesitan: “En la metanoia que pide el Evangelio no hay solo la valentía de una conversión moral; hay también una valentía intelectual (meta-noia, remite a nous)” (16). Es interesante lo que sugiere Gesché para comenzar a hablar con serenidad: mirar la lamparilla del sagrario y pensar que a toda luz le rodea las tiniebla. A todo conocimiento corresponde el desconocimiento (18).

Efectivamente, la cuestión del sentido de la propia vida es primordial, para encontrar el fundamento de la convivencia y del ser del hombre: “¿Por qué yo? La teología es amor a Dios, pero es también amor deferente al hombre” (21). Es lo que un maestro decía a sus discípulos: “No tengáis miedo de asomaros al brocal de vuestro propio pozo” (21). El hombre ha de ser el teólogo de su Dios (22). A la vez plantea de nuevo la importancia del diálogo. Primero con Dios y luego con los demás: debe interrogar a Dios con amor (25) y añade: “Si una persona no sigue el paso que marcan sus compañeros ¿no será porque está escuchando los sonidos de otra marcha?” (26).

José Carlos Martín de la Hoz

Adolphe Gesché, La Teología, ed. Sígueme, Salamanca 2017, 204 pp.