El sacerdote y escritor Juan Manuel Roca, hombre dinámico y rompedor, escribe con la naturalidad de la experiencia de la vida de oración y del acompañamiento espiritual de miles de jóvenes, uno de los mejores tratados sobre el sentido vocacional en la vida de un cristiano.
Verdaderamente, se trata de un trabajo lleno de autenticidad, pues el autor lo redacta, tal y como es él; de un modo vivencial, es decir, profundo y práctico, con ejemplos y anécdotas gráficas que resumen bien las muchas ideas y palabras expuestas.
El libro descubre y resume ya desde las páginas iniciales donde están las fuentes de inspiración del trabajo: filósofos, teólogos, ensayistas, etc., pero enseguida para resaltar la vida y ejemplo de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, que sigue llegando y atrayendo a la juventud de hoy, como a la de los años treinta del siglo pasado, como fruto de la autenticidad, de predicar lo que vivía (17).
La autenticidad recorre las páginas de este libro como se puede comprobar en la dedicatoria del libro. De hecho la vida de san Josemaría se podría resumir en las palabras que escribía él mismo en la última estación del libro de Vía Crucis y con ellas termina el autor esa dedicatoria: “Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él”(20).
Inmediatamente, hemos de señalar, con el autor que toda vocación en la Iglesia es un camino para ir al cielo (21) y ese es el sentido profundo teológico y espiritual que una y otra vez está descrito en estas páginas.
Caminar hacia el cielo quiere decir que está clara la meta, que el camino lo recorremos con Jesucristo, que es quien nos invita a su seguimiento, que nos sostendrá en la andadura, fortalecerá nuestro ánimo y nos dará el don de la fidelidad.
Es importante recordar, con nuestro autor, las palabras de san Agustín con las que resolvió la polémica pelagiana acerca de las relaciones entre gracia y libertad: “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti” (113).
Por tanto, nos viene a decir, que los caminos no están hechos para acampar e instalarse, sino para recorrerlos perseverantemente, día tras día con dinamismo, hasta llegar a la meta del cielo. La vocación se descubre amando y se persevera amando.
Finalmente, hemos de resumir lo tratado afrontando el núcleo de la cuestión que es, como decía san Josemaría, el amor que nos pone en camino, pues, de hecho, perseverancia es amar con constancia.
Así lo expresaba la Constitución Gaudium et spes (n.19) del Concilio Vaticano II, hablando de la llamada continua que hace Dios al hombre: “El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento, pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor, y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (45).
José Carlos Martín de la Hoz
Juan Manuel Roca, Cómo acertar con mi vida. La mirada del hombre ante su destino, ed. Eunsa, Pamplona 2002, 212 pp.