El estuche y las joyas

 

En las familias cristianas es una tradición acrisolada con el tiempo que las madres abran periódicamente delante de los hijos, el pequeño cofre donde guardan celosamente, en un lugar recóndito de la casa, las joyas de la familia que han pasado de madres a hijas y de hijas a nietas, de generación en generación.

Se trata de esas pequeñas joyas con las que la mujer cristiana se adorna solamente en las grandes ocasiones: las bodas, los bautizos, las primeras comuniones, las misas solemnes en los días de mucha fiesta.

Son también una muestra de la calidad humana y sobrenatural de la mujer cristiana los llamados "desprendimientos", con los que una cristiana se arranca a entregar generosamente una joya, cuando hay que elaborar en la comunidad cristiana una nueva custodia para el culto eucarístico o hacer un cáliz con motivo de la ordenación sacerdotal de un hijo, de un hermano o de un primo.

Esas joyas darán realce, personalidad y categoría de amor familiar a esos vasos sagrados, custodias y copones, que están en contacto con la eucaristía, y de ese modo el amor de los hombres recibe a dios que viene  a las manos de un recién ordenado o a un nuevo templo.

También tiene su historia esos desprendimientos, pues en las húmedas mazmorras del Coliseo romano, en una de la grandes persecuciones de Diocleciano en el siglo III, un grupo de mujeres cristianas se desprendieron de sus sortijas, pendientes y collares para sobornar al carcelero y que diera paso a un sacerdote que celebrara la misa y diera la comunión, alimento de los mártires, antes de morir devorados por el odio a la fe de aquellos paganos y conquistar la corona de la gloria.

El profesor emérito de san Dámaso, Germán Martínez nos ofrece en un estuche maravilloso: la magistral introducción, que después contendrá veinte joyas de la literatura cristiana. Esos textos, nos ayudarán a valorar las grandes joyas del cristianismo en el mundo entero: los sagrarios que a modo de estuche albergan la joya de la eucaristía.

Lo primero que llama la atención en esos veinte textos, perfectamente seleccionados, del comienzo a la actualidad es la continuidad de la fe: “solo tú tienes palabras de vida eterna"(Io 6,68). La continuidad de la eucaristía a lo largo del tiempo indica que eran verdad las palabras de Jesucristo el día de la ascensión: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,19).

Lo segundo es el realismo eucarístico: realismo, pues no es ni metáfora, ni símbolo, ni palabras bellas, ni fabulas, ni leyendas: es real. Tan real como que el solo se pone cada día. La fe de los cristianos es esta: Cristo está verdadera, real, sustancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad.

José Carlos Martín de la Hoz,

Germán Martínez, Eucaristía. Veinte siglos en veinte grandes textos, ed. Rialp, Madrid 2018, 180 pp.