El misterio de la filiación divina adoptiva alcanzada por nuestro Señor Jesucristo para nosotros al encarnarse, redimirnos, rescatarnos por el bautismo y llamarnos a la santidad, es para un cristiano siempre capital. Precisamente, este tema fue el objeto de la Tesis Doctoral y de muchas posteriores investigaciones de Monseñor Fernando Ocáriz, actual Prelado del Opus Dei.

Es muy importante señalar, con nuestro autor, desde el principio “que, según santo Tomás, la filiación divina que nos hace hermanos de Cristo es independiente (formalmente) de que Cristo será Hombre: somos hermanos de Cristo por un doble motivo: en cuanto nosotros somos hijos de Dios y en cuanto Él es Hijo del Hombre” (101). Efectivamente, poco después añadirá Ocáriz que existe una “Filiación natural (subsistente) y una filiación adoptiva (participada)” (102).

Enseguida, extraerá importantes consecuencias teológicas: “Del hecho de que Cristo no tenga una filiación divina adoptiva, sino solo la Filiación natural del Hijo, obtenemos una fuerte prueba de la real distinción entre gracia y filiación divina, y precisamente nos viene confirmada una vez más la idea de que la relación entre gracia y filiación divina es paralela a la que hay entre naturaleza y persona” (109). es más, añade: “hay una relación real de una criatura (la Santísima Humanidad de Cristo) a una Persona divina (el Hijo), que no es idéntica relación a las otras dos Personas” (109).

Lógicamente, Mons. Ocáriz establecerá una relación con la Trinidad: “Es importante no perder de vista que engendrar no es una operación del Padre, sino que engendrar es el Padre, y que ser engendrado no es una pasión del Hijo, sino que ser engendrado es el Hijo” (121). Pues, como afirmará Leonardo Polo: “las Personas divinas son relaciones subsistentes, no subsistencias que se relacionen” (121). A lo que añadirá: “La realidad última y constitutiva esencial del nuevo orden se nos muestra en que las Tres Personas nos adoptan como hijos del Padre en el Hijo” (127).

Es interesante la pregunta del autor: “Cómo es posible que algo a lo que se atribuye tanta importancia solo sea alcanzable después de un laborioso trabajo especulativo. En primer lugar, debe pensarse que una cosa es la realidad de la fe (que es verdadero conocimiento) y otra la elaboración teológica a partir de esa fe” (138).

Finalmente afirmará de modo admirable: “Si la creación, presencia fundante de Dios y situación metafísica siempre en acto de la criatura, se nos manifiesta como «poner Dios fuera de sí algo distinto de sí», la nueva creación (elevación) se nos ha manifestado como el «introducir Dios dentro de sí algo distinto de sí» “(148).

Así concluirá su trabajo sobre la filiación divina: “este misterio de Dios en nosotros que, siendo más íntimo a nosotros que nosotros mismos, nos sobrepasa infinitamente” (148).

José Carlos Martín de la Hoz

Fernando Ocáriz, Hijos de Dios en Cristo, ed. Eunsa, Pamplona 1972, 162 pp.