Obra que combina las características de diario, autobiografía y ensayo. Hace falta mucha confianza de la autora en sí misma para comenzar un capítulo tratando de lo que va a hacer en ese día, sumergirse a continuación en elementos autobiográficos y terminar con reflexiones sobre las relaciones entre Oriente y Occidente. Quizá por esta combinación de características el libro, aunque interesante, se hace un poco largo. La tesis de fondo es que la cultura china es más antigua que la occidental y que el menosprecio de la cultura asiática supone una forma de racismo.
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Publicado en 1954, en pleno
Publicado en 1954, en pleno proceso de descolonización de Asia y Africa, Pearl S.Buck se queja del poco conocimiento sobre China que hay en Occidente. Mantiene dos tesis: El daño causado por las potencias coloniales en el Extremo Oriente, del cual había sido testigo, y la superioridad de las culturas orientales, especialmente china e india, para construir sociedades estables. Defensora de la igualdad, afirma que es una actitud racista pensar que razas y países enteros no son capaces de gestionar sus propios asuntos sin la intervención de los países occidentales.
La autora considera que el sistema republicano no es aplicable a los países asiáticos, acostumbrados a sus viejas monarquías. Los chinos eran conscientes de que sus emperadores eran venales, pero también de que sabían mantener el orden. El establecimiento en ese inmenso país de una república de corte occidental no fue más que el paso previo para la instauración de una nueva dictadura, esta vez del Partido Comunista. Concluye que cada país necesita un gobierno adecuado a su idiosincrasia, su cultura y a los principios que rigen la sociedad.
Pearl S.Buck había sido educada en el respeto por las enseñanzas de Buda y Confucio. Hija de un predicador, entiende que es falta de respeto hacia los orientales amenazarles con que si no se convierten al cristianismo irán al infierno. En China los sabios y maestros gozan del máximo prestigio, en tanto que a los militares y los malos gobernantes los envía el Cielo, igual que la sequía o las enfermedades. La autora reprocha que en Occidente sea al contrario, que gocen de más prestigio los políticos que los pensadores.
Pearl S.Buck no tiene pudor para escribir en determinados momentos: "He reflexionado mucho sobre ello". Entre nosotros habría que buscar con lupa quien se atreviera a corroborar sus afirmaciones con el trabajo de su propio pensamiento, en vez de repetir con toda solemnidad y como si fueran opiniones propias tópicos mil veces escuchados y que no comprometen a quien los enuncia. Cuenta Pearl como en su infancia fue una gran lectora: "Leía todo lo que caía en mis manos" -escribe. Es lógico pensar que la lectura y la reflexión se exijan mutuamente.
Por último resulta admirable la disposición de la autora a preguntarse: "¿Qué puedo hacer yo?" ¿Qué para favorecer el entendimiento entre Asia y América? ¿Qué puedo hacer por los niños abandonados, producto de relaciones interraciales, que nadie quiere adoptar? Para lo primero impulsó una Fundación Asia-América y para lo segundo una agencia de adopciones que llevó por nombre "Wellcome house".