El profesor y Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad Complutense, José Luis Villacañas Berlanga, ha realizado un inteligente trabajo de historia de la filosofía política y de la historia de las ideas políticas, al firmar este interesante ensayo sobre la historia del poder político en España, en el que se recogen esencialmente los hechos e interpretaciones del poder político desde los visigodos hasta la actualidad.
La lectura de este manual resulta amena y atractiva, pues está escrito de modo asequible, sin perder altura científica y académica, a pesar de abarcar una materia gran amplitud temática, pues se estudian muchos siglos en muy pocas páginas. Así pues, la selección de los argumentos está bien realizado, con rigor y sólida documentación, así como goza de una buena argumentación.
El autor ha manejado con pericia los documentos de cada período y las obras generales publicadas, como se puede observar en la bibliografía que se ofrece al final del libro que es suficientemente amplia y cuidadosamente elaborada.
De todas formas, y no es de extrañar en un trabajo de esta envergadura que discrepemos en algunos puntos con el profesor Villacañas, deseamos matizar algunas cuestiones relativas a la relación entre poder civil y poder eclesiástico. Entre otras cosas pues el clericalismo de Felipe II le llevaba a preferir por más honrados y fieles servidores a los obispos para presidir los Consejos (259). En este punto es importante meterse y juzgar en la mentalidad del momento.
Así pues, echamos en falta, como en otros períodos de la historia hace Villacañas, una mínima referencia a la misión esencialmente espiritual de la Iglesia, aunque deba ser llevada por hombres y aplicada en relación con los demás órdenes del estado. Un ejemplo claro es la interpretación del Concilio de Trento, de sus textos, de la recepción de los mismos en las diversas naciones cristianas y cómo los cánones de reforma se aplicaron en todas las diócesis del mundo, con la velocidad que fue posible. Medidas como la residencia episcopal, la implantación de los Seminarios Conciliares, la celebración de la Santa Misa según el Misal de san Pio V, el rezo de las horas o la propia publicación del catecismo universal primero en latín y luego en las lenguas vernáculas. La documentación conservada en el Archivo Vaticano habla de una verdadera mejora en la reforma de la Iglesia, aunque lógicamente siguen siempre reformándose, porque los cristianos son hombres y los hombres tienden a la decadencia (272).
Evidentemente, Felipe II dejó hacer a los poderes inquisitoriales por consejo de su padre (267), puesto que debía haber solicitado la supresión del Tribunal a la Santa Sede, ya que desde 1478 hasta 1511, se habían llevado a cabo más que suficientes procesos sobre judaizantes como para dar por acabada la cuestión, en vez de mantener un sin sentido que provocaba desconfianza y daño a la fe.
José Carlos Martín de la Hoz
José Luis Villacañas, Historia del poder político en España, ed. RBA, Barcelona 2017, 623 pp.