Es muy interesante, desde el punto de vista de la situación cultural de occidente, que al final del trabajo del profesor Emmanuel Falque, del Instituto Teológico de París, en el que se plantea abiertamente el dogma católico de la eucaristía y del cuerpo de Cristo, desde el punto de vista filosófico, que nuestro autor termine por centrar su trabajo en algunos aspectos de la filosofía del límite aplicada a la cuestión y el mismo problema del límite.
La filosofía del límite es bien antigua en la cultura occidental, pero ha sido recientemente desarrollada en nuestro país por el catedrático catalán Eugenio Trias durante casi cuarenta años. Es lógico que se entronquen ambas cuestiones acerca de la visión trascendente de la vida respecto a la eucaristía y, asimismo, en el nivel antropológico y espiritual, el punto límite de la perfección cristiana o de la identificación con Cristo del cristiano.
Verdaderamente, el autor aporta textos y comentarios especialmente conmovedores en la investigación antropológica, pues la filosofía del límite nos habla de la virtud, de los deseos y aspiraciones del alma, de la bondad, del bien, de la belleza y de la sabiduría, pero en la mente de Dios y en el ser de Dios y en su participación en la criatura, en el ser limitado del hombre por su propia naturaleza. Asimismo, habla de llegar más allá de lo ya conocido.
Es interesante que llegado a este punto, el profesor Emmanuel Falque, recuerde el texto recogido en el primer capítulo del Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gen 1,26), en donde se está tratando abiertamente de los dones de la inteligencia y la voluntad, con los que va a ser dotado por el creador, pero también se está hablando de las facultades del conocimiento y del amor, que no se limitarán físicamente, pero si entitativamente.
En seguida, añadirá, que verdaderamente, en la naturaleza y en la creación Dios ve su obra, pero no se ve a sí mismo, aunque “en esto es en lo que el ser humano se distingue de las demás criaturas: Dios mismo está en él, el ser humano es imagen y semejanza de Dios, una imagen en la que el creador libre se contempla a sí mismo” (232).
Asimismo, señalará, comentando el siguiente versículo: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (233). Para añadir que “La mujer ayuda al hombre a llevar el peso del límite que se le ha impuesto (...). La ayuda de Eva que Dios da a Adán no se contentará ya aquí con sacarlo de su soledad, sino que lo ayudará esta vez a soportar su límite, y también, por tanto, su ser creado, e incluso a amarlo” (239).
Es interesante que en el amor de Dios que es significado con toda su fuerza en el Evangelio de la Eucaristía y de la Trinidad, se termine por formular la palabra Comunión. De hecho, la expresión communio ha pasado a ser uno de los conceptos claves para entender el mensaje del Concilio Vaticano II: la Iglesia se definiría como la comunión de Dios Padre con sus hijos los hombres y entre sí, en Jesucristo, por el Espíritu Santo. De ahí que el nuevo catecismo de la Iglesia Católica recuerde que el matrimonio es una comunidad de vida y amor: “Un amor común al límite” (240).
José Carlos Martín de la Hoz
Emmanuel Falque, Las bodas del cordero. Ensayo filosófico sobre el cuerpo y la Eucaristía, ed. Sígueme, Salamanca 20108, 262 pp.