La teoría sociológica del profesor polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) a través de sus libros y conferencias ha ido extendiendo por el mundo entero el concepto de “modernidad líquida”, de modo que, poco a poco, en muchos ámbitos intelectuales de la comunidad internacional, se ha ido incorporando paulatinamente este concepto unido al discurso tradicional occidental.

Hay que reconocer que pocos análisis sociológicos han impactado y calado en la sociedad, tanto como este, pues parece como si la moderna sociedad de las prisas, de la velocidad, de los resultados y de los resultados inmediatos, hubiera conectado con secretos mecanismos antropológicos y se hubieran pasado de patología a modo irreversible de vivir. 

En realidad, la modernidad líquida se trata de una intuición sencilla, de una idea genial, que el mismo Bauman se ha encargado de definir del siguiente modo: “La sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. La liquidez de la vida y la de la sociedad se alimentan y se refuerzan mutuamente. La vida liquida, como la sociedad moderna liquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo” (Bauman, 2017: 9).

Ahora bien, cuando nuestro autor aplica el pensamiento líquido y a las relaciones humanas, la amistad, el compañerismo, el intercambio de ideas o la vecindad, parece ver enseguida un miedo a establecer un vínculo que me pueda comprometer en exceso o agobiar. Cuando ese miedo, timidez, o deseo de no complicarse, aparece y Bauman los lleva al extremo, lo hará para eliminar y cortar toda posible relación estable y basada en un compromiso: “en este mundo nuestro de individualización galopante, las relaciones son una ventaja y, a la vez, un inconveniente (…) En el contexto de vida de la modernidad líquida, las relaciones son quizá las encarnaciones más comunes, agudas, sentidas y problemáticas de la ambivalencia” (11).

En especial Bauman se refiere a una relación muy especial e importante de la sociedad humana: al amor y al compromiso amoroso. Enseguida, aplica la mentalidad líquida para asentar un principio contundente y desazonante: “Así que, si deseas ‘relacionarte’, mantén las distancias; si quieres que tu unión con otras personas te satisfaga, no hagas ni pidas compromisos. Mantén todas las puertas abiertas en todo momento” (13). Por tanto, la solución para el mundo de hoy es vivir la caridad, la donación incondicionada a Dios y a los demás, pues el hombre como imagen y semejanza de Dios es relación con Dios y con los demás, y en esa relación, en ese compromiso de amor renovado y diario, el hombre madura y construye una sociedad humana, justa y solidaria.

José Carlos Martín de la Hoz

Zygmunt Bauman, Amor Líquido. Sobre la fragilidad de los vínculos humanos, ed. Paidós, Barcelona 2018, 221 pp.